-¡Joven, debiera hacer usted hacer honor a sus genes
cántabros, y aspirar a un poquito más!.!Le repito que yo llegué a Ciudad de
México con las alpargatas rotas que calcé en mi
braña de San Julián, y veinte años después era el propietario de un gran
hotel con quinientas habitaciones!.
Por enésima vez en
los últimos años, Don Genaro Rabanal, fundador del Grupo Rabanal Smith se
dirigía a Long John con el mismo comentario humillante a guisa de saludo.
Y es que las estelas de
los Rabanal Smith y la de los Luengo Barahona se habían cruzado
demasiadas veces desde que Genaro Rabanal, de San Julián de las Montañas ,y
Avelino Luengo de Los Caboalles, coincidieron en el barco de la línea
Vigo-Veracruz.
Genaro ,nacido al Norte de la Cordillera, en la comarca de Cangas de Tineo, era un pequeño
saco de malicia, como le dijo un Reformador a Su Maestro en Las Cortes
Generales:!pequeñito físicamente, pero con ideas y, lo más peligroso, empático selectivo!.!Amar
o matar, cada cosa a su tiempo!.
Avelino, el padre de Long John, es decir, de Juan Luengo, era un larguirucho desgarbado,
casi un gigante para su época, con muy buena preparación escolar, pero sin más
arte que la del pastoreo en los montes de Laciana.!Mucho para malvivir sin agobio pero insuficiente para formar una
familia!.
Ambos jóvenes, el pequeñito y el gigante, llegaron a Ciudad
de México en mil novecientos cincuenta,
poco antes de ser llamados a suertes en
las Cajas de Reclutas de Pravia y León respectivamente.
Genaro se incorporó al hotel lavandería Las Torres,
propiedad de unos gallegos de Orense, como ayudante de Bellboy, un término a lo
anglosajón para no llamar chico de los recados a quien dependía de un Bellboy,
un Paje dirían los aristócratas, o sea, un simple botones.!Y es que los BELLBOYS/PAJES/BOTONES
sabían algo de inglés!.!Genaro sólo el montañés!.
Desde el principio, el de Cangas de Tineo tuvo claro que o
se espabilaba o le caerían a chuzos.!Y vaya
si se espabiló!.
Avelino se acomodó tranquilamente a su empleo de chico de
confianza-ayudante recepcionista, mozo de comedor, vigilante nocturno,
portero-del hotel lavandería La Reina, propiedad de un leonés de la zona de
Riaño cuya mujer era de de Los Caboalles.
Digamos que aquellos hoteles lavandería eran como los
hoteles spa de la actualidad ,pero con mucho menos glamour, y con otra
intencionalidad.
Resultaba curioso que gentes nacidas en zonas rurales del
Norte de la Península Ibérica, cuyos elementos de higiene más importantes eran
la jofaina, el aguamanil, la palangana, y que usaban como retrete o excusado la
cuadra, o la frondosidad del monte, hiciesen
verdaderas fortunas alquilando
por horas las habitaciones de su hotel a las gentes más humildes de la Gran
Ciudad.
Tema un tanto marrón, más que verde, dirían los críticos,
pero así como en las grandes ciudades de la India verdaderas multitudes, cada
persona una lechera con agua en ristre, para las abluciones ,se dirigen a lugares recónditos, para sustituir la
carencia de instalaciones sanitarias en los minúsculos apartamentos por la
tranquilidad de una zanja o un arroyo muchas veces seco, así en las grandes
ciudades iberoamericanas, pero también gringas y de otras partes del mundo,
recordemos la casa de baños de La Latina en Madrid tan idolatrada por los
carboneros magrebíes ,las familias que no pueden disponer de un cuarto de baño
en casa, se esfuerzan, limpias que son, aunque pobres ,para disponer de unos
dólares y alquilar por más o menos horas, según el número de componentes de la
familia ,una vez a la semana una habitación de hotel lavandería.
¡Pueden ducharse, bañarse, acicalarse, y todo con toallas y
ropa de baños limpias!.
Desde la s épocas griega y romana, los baños públicos fueron
centro de reuniones variopintas que cualquiera se puede imaginar.!Por eso eran
mantenidas por los gobiernos!.
En el ambiente al que nos referimos, el negocio era privado
y peso a peso se hacían grandes fortunas.
Genaro aprendió pronto la lección, a los cinco años ya pudo
comprar el hotel La Reina, y quince años después inauguró su hotel de lujo Las
Brañas, con quinientas habitaciones.
Rosa Smith, una elegante rubia de familia norteamericana
con hoteles en México, se encaprichó de
aquel temperamental gachupín al que le
sacaba veinte centímetros, y aquello fue un milagro para el montañés.
-¡Mis hijos han salido en guapos y buenos mozos a su madre,
pero en inteligentes a mí!, se ufanaba a las primeras de cambio el ya Prohombre
para los falangistas de su inmenso municipio, casi provincia.
Justo Don Genaro acaba de llegar a Cancún, donde Long John
era el portero de un gran hotel propiedad de los Rabanal Smith, acompañado de
dos de sus hijos, para inspeccionar el negocio.
¡Chingado zafero, maldito palancanero!, gritó Walter, el
pequeño ayudante de Long John ,para animarle.
Walter, chicano con perfecto inglés, ganaba cuatro veces más
sólo con las propinas que sus hermanos recogiendo fresas de sol a sol en
California .De español de la Península iba aprendiendo lo más bronco, y le
sonaba que en las casas de vida alegre de Madrid a los encargados les apodaban
palanganeros o palancaneros.
Poco faltó para que los jóvenes Rabanal Smith, que bajaban a
disculparse con Long John, escuchasen al chicano insultar a su padre,
comparándolo con el dueño de una mancebía.
-¡Juan, disculpa a nuestro padre!.!En el fondo él te quiere
bien y………!.
¡Sí, tienen ustedes razón, nunca supe sacar partido de mis
genes cántabros!.
A Walter lo de cántabro le sonaba a gringo, a anglosajón,
porque Long John era grande y rubicundo como los Rabanal Smith, aunque su madre
no fuese gringa sino de Puebla de Sanabria.
-¡Nuestro padre grita y aconseja, pero nosotros
decidimos!.!Tenemos algo bueno para ti!.Juan Luengo se puso en guardia ante la
afirmación de Mike, uno de los hijos gemelos de Genaro.
-¡Te queremos para nuestros
nuevos negocios en Tijuana y Ciudad Juárez!, remató Nelson, el otro
gemelo.
Tanto los dos hermanos Rabanal Smith como él ,próximos a la
cuarentena, eran los benjamines de las respectivas familias y, en ambiente
relajado, lejos del control de Don Genaro solían confraternizar sin preocuparse
del status quo de cada cual .Los ricos propietarios apreciaban de verdad a su
fiel aunque un tanto apático portero.
¿Qué negocios?, se atrevió a preguntar Long John.
¡U.S.A EN MÉXICO!.!Algo inimaginable!.!LAS TORRES
MARAVILLOSAS!.
-¡Cuando acabes tu turno, te esperamos en el Cafetín
Riviera!.!Nuestro padre duerme!.!Tú nos acompañarás con un whisky, en tu honor,
un tequila o lo que prefieras, y te explicaremos el plan!.
¡Es tal cual dice Mike!, asintió Nelson, al estilo de las
parejas de misioneros protestantes, donde uno afirma y el otro da fe.
¡Allí estaré como un clavo! Juan Luengo había recuperado el
ánimo, tras la bronca del viejo chinche.
(Continuará: LAS TORRES MARAVILLOSAS )
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