“ !Obispo Calixto,
que tenías tu novia en la lejana Espaaaaaaña……..y ahora la tienes
aquiiiiií……!”.
A Calixto Hernández Barrueco, uno de los obispos auxiliares
de San Pedro Sula, encargado de zonas rurales de acción misionera sufragada por
el Episcopado Castellanoleonés ,le venían de perlas aquellas ”mañanitas” en las
que el alcohol convertía en “mariachis” tanto a los chafandrines católicos como
a los evangélicos rebeldes, que de todo hay en la viña del Señor.
El obispo se levantaba de buena hora para cumplir al máximo
con su importante labor, no tanto la encomendada por la curia cuanto la que él
mismo se había impuesto: buscar un mundo de hombres justos, antes de llamar a
la puerta de un Dios justo.
Y esa parodia del popular corrido mexicano-¡Jalisco,
Jalisco, que tienes tu novia en Guadalajaaaara…!-con la que los futuros
miembros de” las maras” le ponían de pie
casi a diario, servían para reafirmarle más y más en su misión, no siempre
apreciada por sus superiores jerárquicos ,el obispo titular de San Pedro y el
arzobispo de Tegucigalpa.
A Calixto le daba pena que en el Nuevo Mundo se repitiesen
los comportamientos religioso-sociales de las Tierras de Conquistadores: se era
patriota y católico a ultranza por las buenas o por las malas, hasta que el ron
mesoamericano obnubilaba ojos y mentes.
Se era evangélico para llevar la contraria a Los
Conquistadores y para agradar a los gringos, por si caía alguna ayudita o la
posibilidad de emigrar a las ricas tierras del Tío Sam. Pero una noche de “
chupe” desmentía todos los dogmas y
todos los programas articulados para desmontar las mentiras católicas y para
poner en liza el valor del calvinismo y del puritanismo que llevaba en sus
enunciados la Constitución Yanqui.
La supuesta novia que Calixto se había traído para con él y
que “ los mariachis” citaban una y otra vez, lo
que causaba en principio una amplia sonrisa del prelado, era también un
motivo de gran preocupación, y no precisamente por razones de índole sexual.
Ricardita Sánchez Weimar ,beguina misional, era básicamente “ la choferesa” del obispado:
Calixto le había encomendado el control absoluto de la camioneta que servía
para llevar al propio obispo, para trasladar enseres y para facilitar los
viajes de los párrocos de alta montaña.
Antes de la llegada de Ricardita, Calixto y sus ayudantes
gastaban muchos dólares, que podrían ser empleados en tantas obras necesarias,
alquilando camionetas que sustituyesen a la propia, requisada por algún
cura indolente.
A poco de llegar la beguina y comprobar Calixto sus
cualidades de conductora, la llamó al despacho, le entregó las llaves de la
camioneta y le dijo:!Ricardita, a partir de ahora, sólo tú y nadie más que tú
conducirá la camioneta!.!Te ordeno que todas las noches la vengas a guardar en
el patio del recinto episcopal!.
Los superiores de Ricardita dentro de la Fraternidad de
Oblatos y Beguinas de los Operarios Misioneros Diocesanos le habían lavado la
mente para que obedeciese sin rechistar a la curia, incluso en situaciones
esperpénticas, comprometiéndose, eso sí, a informar de inmediato a los
superiores, todos seglares, de La Fraternidad.
Así que Ricardita obedeció, aunque no le parecía muy “
pastoral” su nuevo empleo de choferesa, por más que le resultase cómodo. Pero
Calixto ya estaba hasta la mitra de que cualquier presbítero, consagrado o no
por él, incumpliese la palabra dada.
¡Ya mismo le retorno la camionetita, Monseñor!, prometían
todos aquellos clérigos que tras alguna reunión en el Palacio Episcopal ,
carentes de vehículos propios y de dinero para alquilar taxis de retorno a sus lejanas parroquias,
solicitaban que se les cediese aquel vehículo del que se consideraban
copropietarios.
El “ya mismo” se convirtió en una ocasión en una quincena,
porque el cura conductor del momento, que hacía de taxista para otros tres
curas, se olvidó de la promesa, y hubo de acercarse uno de los canónigos, en el
coche de un benefactor, a rescatar la camioneta. Con Ricardita se acabaron
todos estos inconvenientes.
Pero para Calixto, Ricardita, aparte su buena disposición
como choferesa, significaba el paradigma
de los males que él trataba de atajar en la iglesia y en el mundo: solucionar
los problemas difíciles con un problema irresoluble.
Calixto asociaba en ese paradigma simbolizado por Ricardita
a muchas personas, empezando por los mariachis católico-evangélicos y
terminando por él mismo y sus contradicciones: cuando charlaba con Ricardita,
en una mezcla de confesión y discusión a la que tanto predisponían los
superiores seglares de la beguina, conforme la antigua matrona desgranaba sus
muchas penas y sus pocas alegrías, su vida de él, de niño charro, de
seminarista de Ciudad Rodrigo, de párroco de aldea, de oficial-pater del
ejército de la Transición, años ochenta, de humilde misionero y de inesperado
obispo, pasaba por su mente como una banda sonora que gritaba:!no fuiste fiel a
ti mismo!.
¡Calixto sufría por los borrachitos, por Ricardita, por la
humanidad entera……por él mismo!.
Obispo y beguina compartían origen charro: Calixto era de
Las Batuecas y Ricardita había nacido en la propia Ciudad Rodrigo, aunque su
familia terminó por establecerse en la Gran Pucela, en aras de una situación
logística más favorable para los muchos
negocios emprendidos por su abuelo y por su padre.
Crescencio Sánchez, el padre de la beguina, fue enviado por
el abuelo Nicanor a estudiar Ciencias Económicas en Alemania, para que la
empresa familiar pudiese tomar vínculos
con el Mercado Común Europeo de reciente creación.!Y vaya si los tomó!.
Crescencio, universitario en Colonia/Köln ,enamoró a Ricarda
Weimar ,de rimbombante apellido e hija de millonarios en el sector de la
industria farmacéutica.
El ya economista y la
joven farmacéutica se casaron en La Catedral de la hermosa ciudad renana , para
tras la luna de miel instalarse en la Gran Pucela.
La combinación de los negocios agropecuarios y
agroalimentarios de la familia de Crescencio con los químico-farmacéuticos de
Ricarda, que montó junto al Duero una modernísima industria con las patentes de su familia de origen,
convirtió a los Sánchez Weimar en
empresarios de gran categoría.
Ricardita tenía tres hermanos y tres hermanas, todos con
carreras superiores. Ella se conformó con una Diplomatura en Enfermería y una
especialización como Matrona .Y era feliz trabajando a las órdenes de su
hermana menor, ginecóloga, o del hermano anterior a ella, cirujano obstétrico.
Ricardita era muy apasionada, y eso le trajo muchos
problemas, porque se enamoraba siempre de quien no debía: casados, novios
comprometidos, etc.
Y como las desgracias nunca vienen solas, ocurrió lo peor:!
un cúmulo de desgracias!.
A Crescencio le diagnosticaron en La Paz metástasis a partir de un cáncer de páncreas bien
escondido hasta última hora :sólo restaba mantenerlo en la Unidad de Paliativos
hasta que llegase la hora de partir a la tercera dimensión.
La familia acudió en varios coches a visitar al moribundo, y
uno de los vehículos fue embestido por un camión :Ricarda la eximia
farmacéutica y madre ejemplar, y el yerno que conducía, fallecieron en el acto.
La hermana menor y una tía paterna sufrieron heridas de consideración.
Fue una quincena atroz:! tres funerales y múltiples visitas
al hospital!.
De pronto, Ricardita era huérfana .Su hermana menor,
huérfana y viuda.
La recién fundada Fraternidad de Oblatos y Beguinas fue el
refugio apaciguador de aquella hoguera inextinguible de pasiones múltiples que
se llamaba Ricarda Sánchez Weimar: alcohol, deporte, sexo, drogas, nada, nada
servía.
Ricarda era buena católica, y sabía rezar a la perfección
tanto en el idioma de Goethe como en el de Cervantes, pero las pasiones le
podían, y de ello se valieron sus convertidores, que la enviaron a
Centroamérica no a curar cuerpos, o a ayudar a traerlos al mundo, sino a
predicarles La Buena Nueva y a mostrarles el Correcto Camino .De ahí que los
superiores seglares acogiesen con reservas el mandato de Calixto:!tú ,Ricardita,
a conducir la camioneta!.
Calixto buscaba lo justo, lo conveniente, lo que sirve, no
las banalidades, las disculpas, los atajos, las restricciones mentales, y
sucedió lo que tenía que suceder:!Calixto se cayó del caballo!
.
Según un famoso irreverente, los que se caen del caballo son
malos jinetes, nada que presumir, pero a
San Pablo le sirvió para convertirse y pasar de ateo perseguidor de la Iglesia
a gran arquitecto de la Iglesia de
ahora.
Al socaire de las mañanitas, ya ante el altar, Calixto,
presto a desgranar las primeras
oraciones, tuvo un escalofrío y recordó aquel mandato paulino:!Si al hacer la
ofrenda ante el altar recuerdas que ofendiste a un hermano, abandona la ofrenda
y acude raudo a disculparte con el hermano ofendido!.!Ofrenda con ofensa no
sirve!.
A Calixto le pasaron por la cabeza diferentes efemérides, la
más notable la protagonizada por el seglar fundador de La Fraternidad, que
también se cayó del caballo tras treinta y cinco años de meter y sacar por
todos los orificios de su cuerpo lo habido y por haber, y que tras ver los
fuegos del infierno y La Resurrección de Cristo de una manera personalizada,
decidió cambiar el curso de la Iglesia.
Nunca falta un remiendo para un descosido ni un tonto con
poderes que auxilie a un listo malvado: el cura Fabián, eterno niño grande,
aportó las órdenes sagradas que Caminito no tenía. La curia dijo aquello de un
sí es un no, porque quizá vaciarían templos pero llenarían salas parroquiales y
aportarían óbolos durante los ágapes y las celebraciones de la palabra.
Calixto recordó con mal fario su época de párroco en la
frontera lusitana y en las remotas aldeas serranas, él, que había sido un
seminarista ejemplar con unas calificaciones maravillosas, y con una ordenación
a los veinte y tres años que llenó de orgullo a su humilde familia, mientras otros de sus compañeros eran enviados
a la Pontifica Charra e incluso a Friburgo o Munich, pese a ser unos vagos
durante la carrera. Pero era La Santa Cooptación, decían.
Harto de ir en mulo o en bicicleta, antes de tener un
Scooter, aceptó una plaza eventual como Alférez Castrense en La Región Militar
del Sur.! Dos años luciendo la estrella de seis puntas ya fue suficiente para
él!.
A los pocos días de incorporarse, ya tuvo su primer sinsabor:!le reprendieron por reprender, y no
supo defenderse!.
El cabo primero Aragón, al que acababan de ascender a
Sargento tras diez años de crueldad analfabeta con los soldados y de canina
sumisión con los superiores, daba continuos cachetazos a un pobre recluta
también analfabeto, incapaz de retener en la memoria el correcto orden de la
escala de graduaciones.
-¡Soldado, soldado primero, cabo, cabo primero, sargento,
brigada..!.!Zas!.!Zas!.
¡Empiese de nuevo y siga, sargento primero, brigada..!
-¡Sargento primero, brigada, alférez..!.!Zas!.!Zas!.
-¡”Empiese de nuevo y siga, brigada, subteniente, al…..!.!A
zus órdene, mi alferes-páter!.
La aparición inesperada de Calixto puso fin al tormento del
pobre recluta y al comienzo del correctivo al desagradable futuro suboficial.
-¡Aragón no es malo, sólo muy exigente!.¿ verdad, mi
primero?
.
¡Zí, mi alferes-páter!, tuvo que responder cuatro veces, con
la cara roja como el tomate, por la
vergüenza antes que por los cachetazos dizque cariñosos que le solmenaba el
cura charro, de manazas curtidas ,tras las reconvenciones que le hacía
sujetándole por detrás, amigablemente, con su fuerza de gigante batueco .
-¡Alférez, pase a mi despacho, que he de darle una
indicación!.
¡A sus órdenes, mi Comandante!, y el cura se cuadró ante el
terrible Comandante Taravelo, un gigantón del Noroeste.
-¡Me gusta ser conciso!.!Aquí no hablamos de religión, sino
de milicia!.!Por eso no le llamo Pater!.!No hay curas, ni médicos, ni
artilleros, ni ingenieros!.!Hay galones, estrellas y distintivos de oficial general, y punto
pelota!.
¿Perdón?, el aún en posición de firmes oficial hizo una
pregunta quizá poco reglamentaria.
-¡Bien, siéntese!.
Taravelo hablaba en apoyo del Capitán Rodríguez, que le
había llevado la queja por la humillación al cabo primero de mano ligera, y le
manifestó que los mandos inferiores hacen todo lo habido y por haber para que
sus superiores puedan asistir a cursos de Estado Mayor, etc. Así que nada de
desautorizarles en público, y menos por dar un guantazo a un recluta lerdo.
Fue la primera de las muchas veces en las que Calixto se iba
a sentir traidor a la buena causa sacerdotal, incluso militar si bien se
pensase.
Cansado, al terminar su época de Páter ,pidió a la diócesis
que le enviasen como Operario Misionero a Centroamérica, para olvidarse de sus
tiempos de sacerdote y soldado ibérico, por más que en” las mañanitas” tratasen
de atribuirle esa doble condición, tan amenazadora para los amerindios.
Ya llevaba doce años en el vicariato rural más remoto de la
diócesis de San Pedro Sula, cuando le aconteció algo inesperado:! Fue elegido
para obispo auxiliar de San Pedro!.!Increíble: Calixto, obispo!.
A punto estuvo de decir no, pero aquella vez, por fin, hizo algo
con chulería, sin humildad:¿y por qué no?.!Así que aceptó!.
Inteligente que era, comprendió que con sesenta y dos años
no daba el perfil de la mayoría de nuevos obispos, porque a él en una decena de
años le harían emérito y pronto supo que La Santa Cooptación había enfrentado
al Cardenal, La Nunciatura ,y otros poderes, y como mal menor, como entente
cordiale, lo habían elegido a él, para luego darle el finiquito, mandarle a la
jubilación en el Campo Charro y nombrar a una figura de consenso, joven y
prometedora.
Aguantó cinco años, y ya con sesenta y siete se cayó del
caballo, y pidió el irse discretamente a algún lugar, sin visibilidad alguna ni
como eclesiástico, ni mucho menos como militar.
Dicen que las artes florentinas de la Iglesia resuelven todos los problemas, así que a
Calixto se le jubiló como civil, se le redujo al “estado diaconal”, aunque
mantendría el sacerdocio” in eterno”
para las circunstancias muy especiales ,y colaboraría en las celebraciones de
la palabra, e incluso concelebraría alguna vez, como diácono, nunca como
celebrante principal.
Pero nada ni nadie le impidió hacer un viaje de ajustes de
cuentas consigo mismo y con su pasado, en la zona de viviendas militares de la
Gran Capital.
Como un Donato moderno, seguro de que su herejía salva más
que la más perfecta ortodoxia , de que quien peca no puede perdonar ni
absolver, ni curar, hizo una visita estilo misionero fundamentalista yanqui a
varias viviendas militares.
-¡General del Valle, mi antiguo teniente coronel!.¿Recuerda
cuando paseó de la oreja al brigada de turutas Corrochano, que por edad podría
ser su padre!.!Que Dios le perdone a usted, por malvado, y a mí por cobarde!.
¡Coronel Rueda, mi antiguo capitán!.¿Nunca tuvo
remordimientos de cuando abofeteó a Luis Sada?.El pobre hombre, que le sacaba a
usted veinte centímetros y treinta kilos, se echó a llorar.!Los hombres no
lloran por una hostia, sólo los maricas!, le gritó usted.!Mi capitán, no lloro
por la hostia, lloro porque soy un padre de cuatro hijos y me siento
humillado!.!Pues te aguantas, le gritó usted desde su borrachera continua!.El
infeliz, ya en su treintena, hijo de exilados en Francia, aceptó hacer la mili
para poder instalarse en la tierra de sus padres.!Que Dios nos perdone a usted,
Rueda, y a mí!.
-¡General Blázquez, mi antiguo coronel!.¿Recuerda usted su
negativa a que cuatro o cinco compañeros viajasen con el cortejo fúnebre del
cabo Ernesto Soto hasta La Montaña, aduciendo estado de sitio o similar?.El
pobre muchacho había muerto de manera súbita, quizá mal atendido por el
Aspirino a las órdenes de Vuecencia, entonces Usía, y los sollozos, las
lágrimas del pobre padre, un sencillo campesino
rezando ante el cadáver de su hijo-¡ay, tu pobre madre!, gritaba el
infeliz-a mí me partieron el corazón pero el coronel Blázquez las escuchó impertérrito
el ademán.!Que Dios le perdone a usted, o lo que sea, y a mí!.!Que Ernesto Soto
desde los cielos nos perdone a los dos, a usted por cruel y a mí por cobarde!.
¡Me voy tranquilo, porque oigo a Dios pidiéndome perdón por
haber creado la serpiente ponzoñosa inmediatamente después de haber criado
a Adán y a Eva!.
¡Calixto regresó
feliz a Tierra Charra, para esperar allí
la alegre entrada en la tercera dimensión!.