EINSIEDL

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sábado, 31 de octubre de 2015

UNTERÄGERI VERSUS SANTOLÍN DE REBIECO


Desde el lago artificial que impide que el arroyo de BATSEZREIZAS, en sus locuras invernales, repita  las inundaciones que en el pasado arrastraron vidas y cosechas ,en un esfuerzo de imaginación me traslado a La Poza del Agua, pleonasmo definidor de una charca de no más de quince metros de diámetro , y veinte centímetros de profundidad, y veo en las gélidas mañanas invernales a unas pocas piraguas como las que surcan este lago de BATSEZREIZAS, romper el hielo, EL CRISTAL, decíamos nosotros, y acercarse a los varaderos  situados en el perímetro.

¡Já, Já!.!Piraguas y varaderos que serían liliputienses respecto a las del lago de BATSEZREIZAS( KIRSCHTALSEE) y  microcósmicas en comparación a los barcos y puertos del  Ägerisee!.

¡Oh, hermosos lagos suizos –Biellersee, Zürchersee, Zügersee,Vierwaldstättersee, ahora el Ägerisee- que mi hermana mayor lleva contemplando durante dos tercios de su vida!

Mi hermana Dina, a la que quiero Felicitar en su GEBURTSTAG, el Día de Todos los Santos(ALLERHEILIGEN),  y que con sus informaciones in situ mantiene vivas las ilusiones que en nuestro humilde San Martín de Rebieco(de REBIECO, dicen algunos, Sankt Antonchen auf dem Verwelkten Land, dirían los Germanoparlantes), desde la retaguardia, con el inalcanzable Monte Sagrado de Motseiroso  enviándonos sus vientos impulsores ,me han mantenido de  por vida en constante, difícil  y fatigosa, pero esperanzada y esperanzadora peregrinación ,y cuando desde estas tierras al Sur de Las de Muito Pan, oigo la conocida voz que me narra por teléfono la hermosura del lago visto a través del cristal ,me siento personado  allí en Unterägeri,  en la vanguardia, a punto  de iniciar el inmediato viaje de postración ante La Virgen Negra de Einsiedeln-Die Jungfrau von Einsiedeln.


viernes, 30 de octubre de 2015

CINCO PÁGINAS DE LA REGUERA


¡Cuánto habla esta Ramona!. ¡Como todas las pescaderas!.
Sonsoles sí que era incapaz de callarse.
-“Bueno. Ella quiere ayudar, y se agradece”, apostilló María.
“¡Ramona sabe bien lo que ocurre!. ¡ Vaya si lo sabe!. ¡Yo lo sabré pronto!.
¡Gaspar, Gaspar, qué solo dejaremos a este infeliz!”. Y Ermelinda apretó  con una fuerza inexplicable la muñeca de José Manuel, que se había sentado junto a ella en el borde de la cama.
La moribunda quería fortalecer al joven, quería aferrarse a la vida del joven.
La lucha de la que había hablado Ramona.
Pero José Manuel se estaba partiendo en dos: externamente, se mostraba con aplomo, aunque no pudiese disimular las lágrimas y el nerviosismo, trataba de ser un consuelo para su pobre madre.
Pero internamente se estaba convirtiendo, mejor adaptando, a lo que realmente era:   UN NIÑO MUERTO VIVIENTE.
Tardaría años en conocer su propio yo, su propia realidad: ser engendrado para sustituir a otro José Manuel, muerto doce años antes, y del que llevaba el nombre, tan vulgar, por partida doble.
Pero esa condición de NIÑO MUERTO VIVIENTE  la tuvo quizá por cuarenta años, desde el día en que nació hasta que las circunstancias le espabilaron y decidió dar un cambio a su vida.
A  lo mejor, esa condición de CADÁVER VIVIENTE  fue la que le permitió superar con entereza aquellas difíciles semanas de mil novecientos sesenta  y tres, justo cuando la muerte del Santo Papa  Juan XXIII.
-“!Hay que afrontar la situación!.!Me da una pena enorme!.!Amigos como Gaspar quedan pocos!”, aseveró Saturnino de La Helechosa , el marido de María Jovita, nada más llegar.
A Saturnino le acompañaba  Justo, ahijado de Gaspar y de Ermelinda. Además de Paco  Y de Justo, el matrimonio había tenido otros dos varones y dos hembras. La amistad de las familias era muy sólida y  por eso Saturnino tomaba las riendas de la situación.
-¿Cómo te enteraste?, le preguntó Paco.
-“Me lo dijo Avelino el Carretero”.
¡Imposible que hayas podido hablar con él!.!Porque  sólo dejé de verle desde que salió para La Navas hasta que estuvo de vuelta, cinco minutos después de que Cubanín trajese al médico y a los guardias!.
¡Pues a mí me lo dijo delante de la bodega!.!Vino a pedir la llave del galpón para sacar una  chaqueta por si la noche refrescaba!!Tenía órdenes del jefe para venir a alumbrar con los faros al médico y al juez, y por si la carroceta servía para transportar al pobre difunto…….!, y a Saturnino le cayeron las lágrimas al nombrar a su amigo.
Avelino era la admiración de todos  en aquel mundo de aldeanos lentos: durante una década había sido carretero de Casa Diógenes; luego, enfadado por un asunto amoroso-parece que “cucaba” a la hermana del jefe, según Sonsoles-se fue a Caracas , y allí al año ya era taxista, y después de un lustro, cuando regresó, cansado de atracos y de violencia, hizo las paces con Diógenes, que acababa de comprar una carroceta, un diminuto camión todo terreno, y  que selló la paz ofreciéndole sustituir la antigua aguijada de boyero por los mandos del vehículo de importación. De ahí que unos le apodasen El Carretero y otros El Carroceto.
Cuando regresaba de  Porto, donde había descargado tabla de roble  en el astillero de Los Fineses, se detuvo a ver lo que ocurría en la escena del crimen-sí, era un crimen, porque  siempre lo es un  guantazo injusto, bueno, cualquier guantazo, y más si lleva a la muerte-y Paco le pidió ayuda.
Él se prestó  de buena gana, y también apenado, porque guardaba buena relación con Gaspar.
Locura de taxista caraqueño: desde el Alto de la Poza, a un kilómetro de La Reguera, hasta Las Navas, cinco kilómetros de pendiente a punto muerto, en aquella carretera infernal, adelantó  a Silvino el Marinero en su Ducati nueva y a Tuto el  de La Tahona en su viejo pero rápido Ford, una moto y un coche, los únicos vehículos que se encontró  bajando, como si del mismísimo Juan Manuel Fangio se tratase.
En pocos minutos, ya los civiles y el médico subían con  Cubanín en el taxi, y Avelino, detrás de ellos, se detuvo en La Revuelta para  informar a su jefe Diógenes-el rico solterón dormía alejado de sus dos negocios de La Helechosa y de San Miguel-que raudo acudió a ponerse al servicio de la familia de Gaspar, su buen amigo.
¡Y tú vas con la carroceta, para que los faros aporten claridad a la escena del crimen…!, ordenó Diógenes, poniendo énfasis en la palabra crimen.
Sin duda, era un crimen en toda la regla, pero Crispín a esas horas soñaba con los angelitos y no con las oraciones de ánimas de su abuela.
Avelino ,poco después de La Revuelta, tomó el camino de herradura a La Helechosa, recogió la chaqueta e informó a Saturnino, y cinco minutos después de la llegada de Cubanín ya estaba la carroceta iluminando con los faros  aquel paraje del Castañal , escenario de uno de los muchos crímenes cometidos en nombre de Dios y de la Patria.
De ahí que cuando Paco, en una de las bajadas que hizo desde el galpón hasta el monte, encontró a  Avelino de regreso, creyese que no había pasado por La Helechosa, como aseveraba Saturnino.
¡Me cago en todo lo habido y por haber ! Justo  expresó con una blasfemia la mezcla de dolor y de indignación que le producía la muerte de su padrino.

¡Si se me pusiese ahora delante el hijo de puta de Crispín, de la patada que le arrearía en los cojones, le ponía en órbita!!Grandísimo maricón!!Grandísimo hijo de puta!, y el joven grandullón, pero a sus quince años casi un niño, estalló en sollozos.
¡Hijo, calla por Dios!. María sintió a su hijo, y para evitar males mayores, acudió a calmarle.
¡Ya no se resuelve nada!!Encima, las paredes oyen, y hay muchos chivatos……!!Tiene razón mamá!, y las palabras de Paco atrajeron más de una mirada  dizque aludida.
¡Mejor ayudas a papá a despachar el ganado!!Así os tranquilizáis y os mentalizáis antes de bajar al monte!.!Y  tu padrino, desde donde esté, os lo agradecerá! ¡Ya sabes lo que él quería a sus animales!.!Quizá por ello encontró la muerte!, y Paco a duras penas contuvo las lágrimas.
Ni Paco, ni Justo, ni Saturnino con su buena voluntad, pudieron ya proponer o disponer mucho, porque a los guardias y al médico que ya estaban allí, a Don Francisco el párroco de San Miguel, traído por  Diógenes antes de volver de Serandi con una llorosa y abatida Luisa Sofía, la más joven de las hermanas de José Manuel, se sumó como un terremoto, como un tornado destructivo y destructor, el yerno del difunto, que sin más dilación tomó el mando en plaza.
Según Diógenes comentó  pasado algún tiempo , cuando el maderista llegó con su biplaza manivelo a Serandi, a Casa de Los Temprano-Los Soprano les llamarían años después, cosas del cine y de la televisión-al presentarse en la puerta del establo para dar la triste noticia, Álvaro, el yerno de Gaspar, quizá enfadado porque se le interrumpiese en su faena, ya que sus muchas vacas exigían continuos cuidados, gritó algo así como:!Menos mal ,Diógenes!.!Ya ha caído un árbol de  los tres que tiene ese maldito bosque!.!Ojalá caigan pronto los otros dos y podamos hacer un prado como es debido!,  y ni se inmutó al oír los alaridos de su embarazada mujer .Llevaban un año de casados, y Gaspar nunca vería en este mundo a ninguno de sus nietos.

Álvaro llegó en su gigantesco tractor, remolque  con tracción a las cuatro ruedas incluido, en vez de utilizar su moto Lube Ren, la que usaba cuando venía a ver a su novia, o alguno de los tractores más pequeños que tenía en casa. Por no decir el Old Rambler,  un lujoso haiga que le había regalado su tío materno, solterón, Kaseíto, es decir, Acacio,a cambio de que le pasease cuando venía de vacaciones desde Nueva York cada tres años.
¡Lo mejor es el  tractor grande!!Gasta menos que el haiga y no se echa atrás ante la nieve, el hielo o los barrizales!.!En directa, va rápido como un coche!.!Y si hay que cargar algo pues se carga…y ya está!, explicaba el cuñado y más bien enemigo de José Manuel.
Acaparar era algo que casaba con la filosofía de Los Soprano, digo de Los Temprano(s), y  el joven marido de la grávida hermana de José Manuel era el representante más próximo y más genuino.
¡Si me ayudáis, cargamos a este desgraciado en el remolque y lo subimos para el salón de casa! ,medió ordenó Álvaro de forma imprudente.
¡Oiga, ni se le ocurra!, ordenó Eulalio.
Eulalio se había quedado con Don José, el médico, y con Don Francisco, el cura, mientras que el  Sargento Luis Ramos, el comandante de puesto, había ido con Cubanín a Brañagrande, a por el teniente jefe de línea y el juez de distrito.
¡Borriquín ,borriquín!, dijo el sacerdote, utilizando una expresión suya muy habitual,!que el pobrín de Gaspar desde allá arriba, pero a lo mejor aún desde aquí, te está oyendo!
¡Sí, a buenas horas!, masculló el de Serandi.
Justo comentó también años después: ¡me estremecí porque tuve la sensación de que mi padrino sacaba media cabeza por entre las dos mantas con que le habían tapado, y de paso que me guiñaba a mí un ojo con complicidad, miraba con rabia a su yerno!.!Es una sensación que, aunque atenuada poco a poco, permanecerá conmigo para siempre!.
Don José, casi siempre adusto, agresivo, bipolar, no pudo por menos que esbozar una sonrisa por el contraste de las expresiones utilizadas por  el guardia, el yerno y el cura.
Don José Gómez  Aróstegui ,médico generalista, dentista, oftalmólogo, y forense comarcal, era un todo terreno de la medicina, y más de un meapilas conservador dio por buenas las aventuras extraconyugales del galeno a cambio de  librar a los enfermos del correspondiente criticador de tener que ser hospitalizados en la ciudad.
Y en casos de suicidio ,mínimo dos o tres al año en la zona, y de accidentes mortales,  la buena disposición del forense, evitaba a la familia la sensación de ultraje que suponía una autopsia con la apertura y desmembración del cadáver del deudo.
Don José  certificaba sin más la defunción.
Si Eulalio había frenado en seco a Álvaro, al que quizá la presencia del médico, del cadáver, o del cura, había librado de un buen guantazo, la cosa estuvo a punto de estallar cuando llegó Cubanín con el juez de distrito y con el teniente jefe de línea , acompañados del Sargento Ramos.
Ponciano Pastrana, teniente de línea, Don Ponciano Pastrana para los que le preguntasen ,palentino chuleta, nervioso ante el lenguaje dicharachero de Don Francisco-eso del ¡Borriquín , borriquín!, le ofendía de verdad-estaba a punto de estallar y de poner firmes al cura, cuando el Sargento Ramos, inteligentemente, supo resolver la situación.
¡Ya sabe usted, PATER, que yo a la familia de Gaspar siempre la quise mucho, y me da tanta pena!, y el rostro del Suboficial se cubrió de unas lágrimas que avergonzaron a Eulalio, que empezaba a sentirse culpable por no haber reprendido a Crispín, y que   desconcertaron al Teniente.
En otras circunstancias, quizá Pastrana  abriría expediente a  Ramos, por implicarse en exceso en la situación, pero ahora todo sería diferente, y a mejor, incluso para el pobre difunto, que se libraría de ser descuartizado.
-“¡Sí, borriquinos- al Teniente la adrenalina le afloraba por doquier-yo también quería mucho a Gaspar, porque fuimos compañeros de escondite más de una vez.!
¡Me da mucha pena todo lo ocurrido con él, que, aunque algo voceras y mal hablado, era un cacho de pan!.! Y un cristiano y un español de los que hay pocos!.!Y sabiendo perdonar a los enemigos!
¡Porque lo que querían hacernos a los curas, por ser curas, o a él por intentar reincorporarse al cuartel de Estella, en la zona nacional, era terrible!.! Terrible, porque querían fusilarnos!!Y porque los verdugos eran de familias amigas suyas y mías!.
¡Sí!. ¡Esos borriquinos  antiguos alumnos del convento de Las Navas!.!Fernandín, Somedano, Recaredo, Justo y compañía!
¡Pido a Dios que los perdone, porque no sabían lo que hacían!
¡Y que esos santos que son los frailes enterrados en el mausoleo martirial de La Revuelta, también los perdonen!
¡Si el Padre Gómez quería a Fernandín como a un hijo!.!Ay, esos comunistas malos, que también los hay buenos…..!.”
-¿Qué quiere decirnos usted de importante, Señor Cura?, preguntó Pastrana entre  escéptico y cabreado.
¡Mira, Teniente!.!Este borriquín de cura era también teniente  cuando lo buscaban los rojos!
Pastrana  empezó a engullir su mala bilis.
-“Cuando volví de La Argentina, donde fui misionero quince años, me incorporé como Alférez Pater en Zaragoza, y a los tres años ascendí a Teniente. Pero a los dos años pedí pasar a la reserva, y me incorporé a la parroquia de mi aldea natal, de San Miguel .Y sólo la dejé, a cargo de mi buen Feliciano, el cura de La Revuelta, que en paz descanse, durante los tres años de La Cruzada. Al final de la guerra, y antes de volver a ser lo que soy, cura de pueblo, recibí la tercera estrella, la de Capitán Páter, aunque sólo ejercí por dos meses!”
¡A sus órdenes, mi Capitán!
El taconazo al ponerse firmes de Pastrana, fue emulado por los dos guardias civiles.
“¡Borriquinos, borriquinos!!Nada de firmes!!Aquí el único que merece el saludo es Gaspar, aun que no pasase de Sargento, y no exigiera sus derechos después de la guerra!!A lo mejor por eso le tocó morir antes de tiempo!.!Pero él era libre como el viento!!Y muy independiente!!Aguantaba en Caballería porque a aquella cuadra los jefes y oficiales no iban más de una vez por semana, un Alférez Veterinario de Complemento solía dar las novedades, o en su defecto el Brigada Rivadulla, ya casi a punto de pasar a la reserva, y que quería a Gaspar como a un hijo!.
¡Gaspar disfrutaba con los caballos, los mulos y los asnos!
¡Pero eran otros tiempos!. ¡Ahora, con los carros de combate no aguantaría ni media hora!
¡Y luego estaba Ermelinda, que nació para cuidar vacas, no para señorita de ciudad!
¡Pobrina!. ¡Qué pena me da!.!Qué pena me dan los dos!
¡Que el Señor les acoja en su seno, que bien se lo merecen!
¡Y que ayude al pobre José Manuel!
¡Y a tu mujer, a la pobre Luisina, borriquín!, dijo el cura, mirando a Álvaro, que puso cara de perdonavidas.
Pastrana dejó el mal humor, la prepotencia y la chulería impropias de un  campoterrino, de una comarca católica y noble y castellana a carta cabal ,sorprendido porque debajo de las sotanas del anciano sacerdote grandullón y voceras, se escondiese un  capitán que podría cuadrarle en cualquier momento.
Pero el Teniente no  quería renunciar a la ocasión de hacer méritos ante los superiores,  implicando a lo que aún era un esbozo  de Policía Científica de la Guardia Civil.
Así que se arriesgó, y dirigiéndose al médico y al juez, dijo:” Creo que convendría llevar el cadáver al Instituto Anatómico Provincial, y que mis compañeros de” La Científica” juzguen si hay indicios de criminalidad, de factores externos, o si se trata simplemente de un suicidio”.
¡Sí, hay uno!,  masculló Justo  en voz baja, reprendido enseguida por su padre y por su hermano.
¡El hijo de puta de Crispín”, no pudo contenerse, menos mal que en voz baja, el ahijado de Gaspar.
El médico  y el  juez miraron, consternados, al sacerdote, que dijo:
¡Borriquin!, Borriquín!, ¡Gaspar puso fin a su vida en un arrebato de orgullo!!Estoy seguro de que hasta Somedano o Justo llorarán por él!.!Así que como capitán  y como cura, creo que hay que llevarle a su casa, y que allí espere para darle cristiana sepultura!.
Pastrana se cuadró:
¡A la orden, mi Capitán!.!Usted decide, pero……..!, y miró a Don Alfonso y a Don José, con la cara de aquel sargento portugués que al recluta amnistiado le reconvenía con aquello de:Pr’o ano cá te espero. Deixa que xá, que dicen en Lugo.Para la próxima, me la pagaréis doble.
Y es que Pastrana se sentía doblemente defraudado.
La presencia de un superior jerárquico en cubierto, Don Francisco, le impedía poner en práctica el consejo de su padre, también guardia civil, ascendido a capitán tres meses antes que su hijo a teniente: “hijo mío, recuerda que después de la Cruzada todos somos soldados del Régimen, o enemigos, y por tanto prisioneros, aunque de momento anden libres”.
“La mayoría de los hombres son soldados o cabos, puede que haya algún suboficial mutilado, a algún alférez de complemento, pero a esos ya se les distingue”
Remigio Pastrana no cayó en la cuenta de que  algunos curas habían sido capellanes castrenses, con una graduación mínima de teniente.
La autosuficiencia del joven oficial, le impedía hacer valoraciones sobre  qué equivalente podría tener a efectos militares un representante destacado del régimen: juez, alcalde, delegado del sindicato vertical, registrador de la propiedad, etc, aunque no hubiese ido a la mili o su graduación no pasase de la de un cabo primero de remplazo
Para él, el médico sería a lo sumo alférez. Al igual que Alfonsín,abogado, al que el poderío de su familia, Los Penereiros, le permitió, pese a su falta de marcialidad,obtener la graduación de álferez en las milicias universitarias.
El abuelo de Alfonsín , Camilo Férnández –Armesto, había llegado a Brañagrande”detrás da roda”, como decían en A Fonsagrada de los afilladores y cedaceros ambulantes, y  compensando su humildad de cuna con una gran dosis de inteligencia social y práctica, aparte una buena presencia física, conquistó a Felicita Argüelles, hija única del rico indiano Don Luis Argüelles, y de su mujer,doña Leonor Ferreiro, propietarios de numerosas fincas y negocios en Brañagrande y comarca.
Los hermanos de Alfonsín, dos médicos, un farmacéutico, y una profesora,todos con envidiable situación,cedieron al tímido abogado el control del Gran Comercio, que así se llamaba  la matriz de todos los negocios familiares,la mezcla de bazar, ultramarinos, ferretería, mercería,almacen de piensos, mueblería, etc, vamos, de productos de todo tipo, en que se había convertido el humilde puesto de afilador, vaciador, cacharrero, y cedacero del abuelo Camilo.
Y se buscó la fórmula para que el tímido abogado no se sintiese  a disgusto, vendiendo zapatos, cuchillos,medias, bragas, etc,y para que sacase  al menos satisfacción, ya que no provecho económico, que tampoco lo precisaba, de su formación superior universitaria.
Alfonsín era el juez de paz, y el encargado del Registro Civil de Brañagrande y su partido.Y por uno de las continuas ofensas a que los millonarios de Las Brañas, todos con poder político desde siempre, sometían a Brañagrande, quizá porque era más “grande” que una simple braña, Alfonsín terminó siendo Juez de Distrito Accidental de Brañagrande, mientras el Juez de  Instrucción no consiguiese un titular por la forma reglamentaria.
Brañagrande pasaba  a pertenecer al Gran Juzgado de Instrucción de Las Brañas, después de que por siglos desde su Palacio de la Audiencia, se impartiese justicia  no sólo para Brañagrande, sino también para  Las Vegas Pravianas y Mosconas, para Los Altos de Somiedo y Leitariegos, para Los Oscos, Y, por supuesto, para la ahora intocable nueva ciudad de Las Brañas.
¡Vete a que Don Alfonso , el Juez de Distrito, te firme las partidas de nacimientos de  tus hijos!, ordenó con malos modos la empleada a Gaspar, cuando acompañado de José M anuel, acudió a  pedir papeles para enviárselos a sus hijos mayores en La Argentina.
Gaspar iba a abrir la boca, cuando Florentino el alguacil, allí presente, se lo explicó en pocas palabras:”!Sí, hombre, Alfonsín el Penereiro!
José Manuel recordaría siempre el cambio de actitud del hombre que esperaba a los paisanos para venderles guadañas, hoces,cuchillos,zapatos, etc, y al que había visto muchas veces, siempre con corbata, impropio, creía el joven, de un ferretero, y mirando al mundo con una mezcla de curiosidad y de timidez-ah, esa timidez, pero Alfonsín al menos era rico-detrás de unas gafitas redondas, sujetas al cuello con una cadenita dorada.
¿Qué deseaban?, dijo nada más  ver el fajo de documentos que Gaspar llevaba en la mano, quizá lamentando una venta fallida pero congratulándose de ejercer como Don Alfonso por una vez en ese día.
¿Así que  Hilda y Serapio Robustiano?, preguntó, quizá por formalidad no exenta de interés por aquellos nombres, mientras rubricaba con lentitud las partidas.
¿Se debe algo, Don Alfonso?, preguntó Gaspar.
¡Si, volver, pero a hacerme alguna compra, que tengo aquí buena mercancía!
Por un sí o por un no, una guadaña nueva se unió a la colección que Gaspar tenía  para los diferentes usos.
Era a ese Alfonsín al que Pastrana quería puentear, pero un cura gordo  le desbarató el intento de protagonismo.
Mientras, sugerencia del sacerdote,a  Gaspar lo subían en el coche de Cubanín hasta el galpón, Álvaro tuvo que quedar  iluminando  a los guardias y al juez  junto con Avelino .
Diógenes acercó al sacerdote a la casa del difunto, y al lado del Cubanín, en el coche fúnebre ocasional, iba Don José.
Cura y médico tenían almas y cuerpos que atender.
Al acercarse a la casa, rodeada de hombres y mujeres, hasta de niños, que entraban  y salían sin cesar,los alaridos de la joven embarazada  ponían los pelos de punta.
A Ermelinda y a José Manuel no se les oía ni siquiera respirar.
¡Pepe, estos borriquinos nos necesitan!, y por segunda vez en la triste noche, el de por sí hosco doctor volvió a sonreí.







viernes, 23 de octubre de 2015

CUATRO PÁGINAS DE LA ARCADIA PERDIDA


El caballo arrastraba el ramal de la cabezada, pero no la maroma de diez metros con la que José Manuel lo había atado a un abedul unas horas antes.

Era raro, pero nadie se imaginaba lo peor.

El caballo carpía, bufaba, piafaba, le brillaba el sudor sobre su cuerpo al introducirlo en el establo.
Señal de que estaba fatigado por un largo galope, no por el medio kilómetro desde EL Castañal hasta la casa.

-“Me asusté mucho al acercarme con la bici al cementerio”, comentó semanas después Manolín el del aserradero.

Manolín era muy miedoso, pero la necesidad obliga y no era cuestión de rechazar, a los catorce años, las trescientas pesetas mensuales que le había ofrecido  Diógenes el Maderista-ahora, con veinte años, ganaba ochocientas-para incorporarse al aserradero como aprendiz.

El aserradero  estaba en San Miguel, cerca del cementerio donde yacían los familiares del joven aprendiz.

Y cuando el chaval se incorporó a su empleo, su padre llevaba allí siete meses  enterrado, así que  hubo de hacer de tripas corazón.

Porque  en su casa hacía falta dinero:  la posesión era diminuta, y para los trabajos básicos se bastaban su madre y su hermana pequeña.

Las otras dos hermanas vivían en aldeas próximas con sus maridos e hijos y en caso de necesidad acudían para ayudar en las cosechas o en la matanza.

Manolín se convirtió en  casi un profesional del ciclismo, y quizá si las circunstancias fuesen otras, podría haber cambiado exitosamente  el aserradero por un equipo de ciclismo de alta competición.

“¡Pedaleo muy rápido desde la  salida del aserradero a la carretera, principalmente al pasar junto al camposanto, y no miro atrás hasta que no veo las luces de la aldea!”, explicaba el joven su manera de huir  del pavor atávico que le producía el cementerio  al caer la noche.

Salía de casa a las seis, en plena oscuridad la mayor parte del año, y regresaba a la una para comer, y se reincorporaba a las dos y media, hasta las nueve de la noche
.
Al salir a la carretera aquel día fatídico, el joven divisó a un caballo y a su jinete quietos, silenciosos, como mirando hacia el interior del camposanto.

“¡Dios me lo perdone,  pero el jinete estaba como en la posición de Don Quijote al atacar a los molinos que él creía gigantes, aunque sin lanza!.

¡Al acercarme, el jinete dio una voz terrible que me asustó, y caballo y jinete salieron espoleados, y  aunque  al principio pensé en quedarme quieto, luego, no sé la razón ,empecé a pedalear  más rápido que nunca , como deseando alcanzarles, pero  tan rápido era el galope que pronto dejé de oír el traqueteo de los cascos sobre la carretera!
”.
Manolín aún temblaba al  narrarlo.

Sin duda, Gaspar había querido ir al cementerio en vida para llevarse una idea de cómo sería su próximo y definitivo albergue cuando lo llevasen  ya cadáver a la tumba, para ser un muerto viviente en su propio entierro.

Para imaginarse cómo  serían las primeras horas, cómo serían las demás horas, días, años, la eternidad.
El cementerio estaba a cinco kilómetros, así que el galope habría sido de aúpa.

Gaspar disfrutaba desde que era niño cabalgando con destreza, y sus años de militar de Caballería le habían convertido en un jinete ágil y experto.

Ahí estaba la explicación de por qué El Rubio sudaba.

Paco sujetó por el ramal  el corcel mientras bebía. El manso y noble bruto se dejó llevar mansamente al establo.

María asintió con la cabeza cuando su hijo, con la mirada y un gesto, le transmitió su preocupación.

Cerca de ellos, José Manuel, atónito, esperaba respuestas verbales de María o de  Paco, pero algo en su interior le avisaba de los duros momentos por venir.

-¿Le digo a mi madre que vamos a buscar a mi padre?.

¡No, José Manuel, déjame a mí !,y María entró al cuarto.

-¡Llamaré a dos o tres vecinos para que me acompañen!. ¡Tú, chaval, sube con mi madre a ver a  Ermelinda!.

¡Ojalá  todo salga bien, hijo-comentó  María mirando a Paco y moviendo la cabeza como era su costumbre-pero…………!. Y ese  “pero” entró como una daga en el corazón del adolescente.

Paco reclutó fácilmente  a  una decena de voluntarios: el incidente de Gaspar con los guardias y su inexplicable ausencia , volvieron a concitar la preocupación de muchos, la curiosidad de todos , y el  morbo de unas pocas mentes retorcidas.

María y José Manuel entraron en el cuarto de Ermelinda, fingiendo una tranquilidad que no tenían.

-¿Ha vuelto Gaspar?, preguntó la enferma.

“Aún no ,pero no te preocupes, que a lo mejor se le hizo tarde cortando tojo. Paco bajará hasta allí, por si tiene que ayudarle a cargar”, mintió María.

-“¡No, no ,Dios mío, sé que algo malo ocurre!. !No me engañéis!.! Sentí al Rubio venir solo y a los vecinos cuchichear por ahí!, y Ermelinda se lanzó a la ventana, la abrió con gran fuerza y gritó.

¡Gaspar!, ¡Gaspar!. ¡Que te me han matado!.¿Qué será de esta casa sin ti y sin mí?”.

María y José Manuel también estallaron en sollozos.

Las voces terribles, agónicas, de Ermelinda, terminaron siendo sólo una componente más de la enorme algarabía del caserío, mujeres llorando que se acercaban a dar el pésame  antes de que siquiera nadie confirmase la muerte de Gaspar.

Paco regresó al fin con cara de circunstancias, aunque esforzándose  por  volver a su habitual semblante  de hombre seguro de sí mismo.

“-¡Pobre Gaspar!, exclamó Paco.

¡Allí se quedaron todos! ¡ Yo subí para dar la noticia y enfocar la situación aquí!

¡Manolín  fue a San Miguel para avisar a Don Francisco!.!Y  Avelino el Carroceto vendrá de Las Navas con la guardia civil y a lo mejor con Don José! “.

¡Vaya tontería!. ¡Un cura y un médico para un difunto!. ¡A buenas horas, mangas verdes!. Y el primer exabrupto de Sonsoles , la mujer de Atilano, primo segundo de Gaspar, sonó como una patada en la partes pudendas de todos los hombres y de todas las mujeres que allí se aglomeraban.

Lo que Paco quiso  comunicar poco a poco, con discreción, de pronto fue un secreto a voces.

Ermelinda captó súbitamente la terrible realidad de sus presentimientos , y sus gritos y chillidos  interrumpieron momentáneamente la turbamulta de aquellos aldeanos ávidos de emociones fuertes.

Muchos se asustaron, algunas mujeres aumentaron su lloros, y los retorcidos sabihondos de siempre aprovecharon para sus elucubraciones negativas y de ofensa.

-¡Gaspar!,! Gaspar!. ¡Que por ser tan bueno, tan de Franco, tan noble, te llevaron a la muerte, y nos arrastras a nosotros!.

“¡Ilusa de Ermelinda!.!Su Gaspar!.!Su Franco!.!Los guardias!.El cura!. …..

¡Bueno, hablar por hablar, y ya me callo!”, matizó Sonsoles su segunda salida de madre.

María se fundió en un abrazo con José Manuel, ambos llorando y temblando, pero la buena mujer conseguía  transmitir fuerza y ternura al adolescente.

A Ermelinda la abrazaban, la sujetaban, casi la ahogaban, una docena de mujeres.

La más responsable y sensata era , indiscutible y asombrosamente, la tía Filomena.

“¡Ermelinda, pide a Dios por ti y por Gaspar, por tu familia y por todos nosotros!

¡Mira!, siguió la anciana! : ¡ la vida en tierra firme es como en la mar, es como la vida eterna!. ¡Ir, venir, acabar, empezar!. ¡Volver y volver!.! .

¡Nos ayudamos y nos matamos los unos a los otros!.

¡Mis tatarabuelos ya eran pescadores, y mis bisabuelos, y mis abuelos y mi padre, y mis tíos y mis hermanos, y mis sobrinos de allí……..!.”

Aquel discurso inconexo y que quizá apuntaba a una visión panteísta de de las cosas, calmó milagrosamente a todos, incluso a la propia Ermelinda.

Todos estaban atentos  a la vieja, que continuaba con sus reflexiones.

¡Mirad ,el Cantábrico se tragó a mi bisabuelo paterno ,a tres tíos abuelos, a mi padre, a dos hermanos, y a dos sobrinos!.

¡Nos quedábamos muchos atardeceres en La Atalaya ,en Los Peneos de Caroyas, en El Cabo de Busto, mirando a lo lejos sobre las bravas aguas verdes ,por si las olas traían los cuerpos!.

¡Tuvimos que conformarnos y ver al mar como al cementerio!.

¡Pero también como la finca, la panera, la despensa!.

¿Quién sabe?...........

¡A lo mejor, los peces que seguían, y que aún siguen pescando los hombres de la familia, traen en su interior el espíritu y la fuerza de los que han muerto!..........

¡Que en realidad no han muerto, porque siguen  viviendo en nosotros!

¡Y así siempre!.! Y aquí, en la aldea, también!.

¡La rueda sigue girando, yendo y viniendo, triturando las plantas vivas y convirtiéndolas en semillas nuevas………………!.

¡Bueno, ya hablé demasiado!, y la vieja se calló, dando paso, de nuevo, al barullo al que su exordio había silenciado.

¡Que Dios te ayude, Ermelinda!.

Ramona se dobló con esfuerzo para dar un abrazo a la enferma y, siempre apoyada en su bastón, abandonó el cuarto.

¡Me voy a dormir, que mis fuerzas se acaban!.

¡Pero doy gracias a Dios porque se acaban a su tiempo!.

¡Que Dios os bendiga!”, dijo en voz alta desde el porche, antes de comenzar a descender el camino hacia el centro de la aldea.

               


lunes, 19 de octubre de 2015

TRES PÁGINAS DE LA REGUERA


Serían sobre las cuatro de la tarde de un domingo a finales de  mayo .Un día precioso.

De repente alcé la vista al cielo por la parte de La Helechosa, a mi derecha, y vi una pequeña nube muy negra que se desplazaba fugaz sobre nosotros hasta perderse en la lejanía, camino del mar
.
Lo vi todo negro, oscuro, como si fuese de noche por un par de minutos.

Temblé y a duras penas contuve las voces de miedo, las expresiones de pánico, el llanto.

Algo quería decir  aquel fenómeno extraño, no lo supe entonces ni lo sé ahora, pero temo que algún día lo sabré.

De todos modos, la visita al Negrito trajo una curación inmediata ,aparentemente sólida, pero efímera al fin.

Cuatro días felices, un antes y un después dentro de aquel valle de lágrimas
.
Desde entonces, la espera del triste desenlace era quizá más triste que el propio desenlace en sí.

No era fácil en aquellos tiempos reunir a la familia, los vecinos ayudaban lo que podían pero Gaspar estaba desesperado
.
Y José Manuel  a sus catorce años no le servía para mucho
.
El médico avisó a Gaspar sobre lo que iba a suceder en diez meses, mes arriba, mes abajo.

¿Qué hacer?. Porque los hijos mayores estaban en La Argentina y no podían viajar de un día para otro.

Y la tercera hermana se había casado con un rico de Serandi,en el Valle de Fontoria.

Quince kilómetros no son mucho ahora, pero sí lo eran entonces, y más si la preocupación de un rico de minifundio es que Dios le dé salud para trabajar día y noche sin parar .Y el cuñado de José Manuel era de esa estirpe, así que su hermana pocas veces obtenía permiso para visitar a la madre moribunda, y menos aún a cuidarla alguna noche en su triste y tasada espera.

Gracias a Dios, siempre queda algún alma caritativa.

María Jovita,  de  La Helechosa, se había ofrecido tácitamente a venir todas las tardes a dar ánimos.

 Y, más explícitamente, siempre que fuese menester.

María trataba de consolar a Ermelinda .De calmarla.

Porque al cáncer de los últimos años se sumaban los nervios de siempre.

Los nervios , que quieren decir muchas cosas: depresión, temor, angustia, ansiedad, bipolaridad, locura…….

Y cuando una mujer débil y moribunda observa desde doscientos metros la humillación a su marido, las voces, las imprecaciones………., se disparan todas las constantes.

Detrás del cristal al principio, con la ventana abierta después, lo contempló todo: aquel recio jinete que había conseguido vencer las reticencias de sus padres, deseosos de casarla con alguien más asentado y más rico pero menos seductor, y del que ella se había enamorado locamente, con la doble locura del amor y de la enfermedad, era de repente alguien que lloraba humillado, vejado.


Sólo lo había visto llorar en los funerales de  sus padres y en el de un hermano también muerto de cáncer.
Gaspar, sin decir palabra, desenganchó el carro .El hijo ayudó al padre a desuncir las vacas sin que su padre, serio, lívido, se lo ordenase.

Las vacas,  sedientas, se saciaron en el abrevadero del corral, antes de correr prado abajo, más ansiosas de libertad que de pasto.

Gaspar tiró con rabia el yugo  y los accesorios  sobre el carro y entró a la cuadra a soltar las otras dos vacas.

¡Sube a ver a tu madre!, ordenó  Gaspar. Y  José Manuel subió temblando.

¡Ay, hijo del alma, qué será de nosotros! .El  muchacho se acercó a la cama, porque Ermelinda, muy débil, no pudo aguantar ya más tiempo de pie y se había vuelto a acostar.

L a enferma abrazó fuertemente a su hijo, le besó en la cara , y las lágrimas del adolescente se mezclaron con las de la madre.

José Manuel, tímido, insulso, no era muy dado a las expresiones afectivas .Pero las circunstancias eran las que eran.

La mano de María Jovita sobre la espalda le transmitió una cierta fuerza.

¡Dios no nos abandonará!. ¡ No sería justo!. ¡Somos buena gente!, asentada reflexión de María , al menos para los pobres inocentes.

Parece que para otros, ese enunciado tiene más o menos el valor de las promesas electorales: ninguno.

Gaspar se asomó a la puerta del cuarto.

¿Cómo estás?, preguntó desganado.

Ermelinda  estalló en sollozos y lamentos.

¿Por qué nos pasa esto?. ¿Por qué no les dijiste que tú eras de Franco, que es la verdad?.

¡Vale, vale, sigo haciendo cosas!, y el hombre salió hacia la puerta de la casa.

¡Gaspar, no tardes!, dijo María.

¡He preparado algo de merienda…….!, María era una gran cocinera, pero en aquel momento Gaspar no estaba para exquisiteces culinarias.

¡Voy a buscar al Rubio!, y el desgraciado ex luchador franquista  se dirigió hacia La Reguera de Enmedio, para luego cruzar la carretera e internarse en El Castañal del Regueirón,  a donde José Manuel había llevado al potro, al Rubio, para que se entretuviese mordisqueando los tojos y las retamas entre los árboles.

Aquella tarde, María decidió acompañar a Ermelinda hasta que llegase su hijo Paco.

Paco trabajaba de repartidor en las grandes ciudades del centro de la región, pero tenía dos días libres, así que aprovechaba  para que su madre le arreglase la ropa, le añadiese   provisiones que completarían  en cantidad y en sabor los platos insípidos que servían en los restaurantes de carretera, y, lógicamente, para  no oír por setenta y dos horas otros sonidos  que los de una aldea feliz.

“Salía en el autobús de las ocho, así que llegará  sobre las diez de la noche. Así que lo esperaré aquí,” comentó María.

Los dos kilómetros de espeso arbolado  por los que transcurría el camino de La Helechosa,  no eran un paseo habitual después de las ocho de la tarde, por miedo a peligros reales o imaginarios.

Los días eran aún largos, pero la incipiente oscuridad daba un cierto aire de amenazadores a los ruidos de las ramas que el suave viento mecía, a los uh, uh, uh, uh, a veces difusos, otros muy  próximos, de las lechuzas, símbolo del mal agüero en aquellas tierras, al repelente chillido de la raposa, al imaginario aullido del lobo, que ponía los pelos de punta sólo de pensar en él.

Con Paco, María se olvidaba de los miedos y disfrutaba del paseo  en la penumbra y con el suave frescor del entre azul y medianoche.

Así que la buena mujer se concentró en ayudar en aquella casa donde tanto podía hacer.

Ya habían pasado más de dos horas de la ausencia de Gaspar.

José Manuel, con la ayuda de María, guardó las vacas.

La buena señora le tranquilizó:! no te preocupes, que como está Paco me quedaré aquí hasta que venga  tu padre, y os ayudaremos a preparar el ordeño!.

De pronto, sintieron al Rubio cruzar a todo galope la Reguera  de Enmedio, La Campa Grande de los vecinos, y plantarse directamente delante del bebedero junto a la casa.

Gaspar no lo cabalgaba y se dispararon todos los miedos.

“¿Dónde estará Gaspar?, preguntó Paco, que ya había venido para recoger a su madre.

¡Raro que él se deje tirar por un potro manso y penco!”.

Gaspar era un consumado jinete.










domingo, 18 de octubre de 2015

DOS PÁGINAS DE LA ARCADIA PERDIDA


Gaspar, con gesto serio ,duro, diferente, cruzó con yunta y carro la carretera y ascendió a muy rápido el camino hasta la Reguera de Arriba, donde se encontraban el galpón y la residencia familiar.

Un silencioso, lívido y asustado José Manuel trotaba detrás como un perrito miedoso.

Atravesaron la media docena de casas, la mitad del vecindario vivía allí, y sólo Ramona, de noventa años, la abuela de todos, apoyada en su bastón, salió a dar ánimos.

Los demás se escondieron.

“¡Gaspar, si hay Dios ya hará justicia por lo que te hicieron!

¡Permita Dios que en jamás de los jamases natura alguna de la familia de los guardias sea empreñada!”, remató la anciana.

José Manuel se asustó aún más, porque los guardias daban en ese momento el alto al autobús, delante del chigre, a unos cuatrocientos metros, y la situación geográfica permitía que se oyesen las voces.

Ramona había nacido junto al mar. Tenía, pues, el desparpajo de las pescaderas. Y sabía además que por esa especial concesión del machismo sarraceno a las mujeres ancianas, era la única que podía despotricar sin miedo a los bofetones de Eulalio.

¡Dios se lo pague, tía Ramona!, dijo Gaspar entrecortadamente, sin ganas, pero agradeciendo de verdad el que alguien compartiese su dolor y además se solidarizase con él soltando una maldición para los verdugos y su estirpe.

En la habitación de Ermelinda, la esposa de Gaspar, la madre de José Manuel, también se oían sollozos.

Al adolescente se le caía el alma, intentaba no llorar.

¡Cago en……!, gritó desesperado Gaspar. ¡Al perro flaco todo se le vuelven pulgas!.

Y es que Ermelinda luchaba contra la muerte.

Ermelinda había sido diagnosticada de cáncer de útero siete años atrás.

Una lucha tremenda, pocos soles y muchas sombras, y, lo más terrible, la pérdida de la fe espontánea, sana, terapéutica, aunque se continuase siendo verdadero católico hispano, en aras de una curación total o al menos de una supervivencia  amplia y más o menos tranquila.

Había que aceptarlo: a Ermelinda no le quedaban más de diez meses.

Quizá la enferma adivinase un” cambio de vida”  cuando dos semanas atrás, y en una de aquellas  “ breves recuperaciones”, le había propuesto a su hijo una caminata.

“¿Por qué no  vienes conmigo a visitar  al Negrito de la capilla de La Collada?, y añadió:

¡Ya verás qué santo más guapo han traído hace unos meses!. ¡ y se puede entrar fácilmente, porque sé dónde guardan la llave!”

Dentro de la tristeza, el muchacho siempre recordaría con paz, con agradecimiento, aquella felicidad tasada, aquel remanso suave entre un río arriba y un río abajo con aguas turbulentas y traidoras.

Para él, aquella tarde en la que acompaño a su madre a ver al Negrito, supuso reconocerse como poseedor de una autoestima y de un afán de superación que creía eran ajenos a su personalidad, y durante aquellas pocas horas consiguió salir un tanto de su depresión crónica,

Conforme su madre, apoyada en el viejo bastón heredado del fundador del caserío, ascendía  el sendero hasta llegar a la carretera local que iba de Los Altos hasta Casares de Allón, José Manuel se sintió viviendo sus felices años infantiles, aunque la felicidad hubiese sido más bien limitada
.
Y es que uno se acostumbra a lo que tiene.

Ya en la carretera, Ermelinda se desplazaba a pasos agigantados, como cuando aún era joven y de piernas largas, aunque ahora su cuerpo  era minúsculo y encorvado.

Era día de labor, y la enferma, repentinamente sana,, mirando  a uno  y a otro lado, comentando cosas que José Manuel  escuchaba con atención, pero sin responder ,sonreía con mirada limpia y alegre
.
El paraje entre La Reguera y La Longa, donde se encontraba  el santuario, al que se accedía por un caminito de medio Kilómetro, era  como una colmena en plena actividad: hombres, vacas, caballos, arados, tractores, en una vorágine donde no resultaría fácil saber quién era el zángano, la reina, las obreras, las flores, la miel….


Al otro lado del Valle del Tendina, cuatro kilómetros de coche ahora, pero sólo setecientos metros para caminantes y ganado de entonces, los prados, siempre húmedos y verdes por la umbría, aparecían repletos de  vacas pastando y  de campesinos de todas las edades comunicándose a voces con los colegas de la parte de La Reguera.
“¡-Eh, Luis de parte de Don Francisco avisa a la señora maestra que el sábado por la mañana vaya con los niños a la catequesis!, gritaba Firmo, el   vistor de San Pedro”.

¡.Eh,Luiis, is, isss, ishh!.....issss-isssss……, el eco ponía en guardia a todo el valle, hasta al cuasi sordo Luis.

¡Sí, Firmo, sí, siiiiiiiiiiiiiiiiii´!, contestaba   el hombre cuando ya más de uno iba a comunicarle lo oído.

Eran secretos a voces, como casi todo por allí.

José Manuel  fue feliz por última y quizá por primera vez en su vida, durante las dos horas y media que emplearon para recorrer los cuatro kilómetros de ida y vuelta, sumado a la media hora de estancia en el pequeño santuario, la charla con la gente conocida, pastores, caminantes ,los que iban a la braña, los que venían al chigre de Los Altos
.
Cuando llegaron al pórtico de la capilla, abierto a la calle y separado  del interior por unos barrotes  de madera en la mitad superior, y de  una pared de piedra en la mitad inferior, Ermelinda se santiguó, hizo un primer rezo y después, tranquilamente, introdujo su mano por entre dos barrotes próximos a la puerta y extrajo una gigantesca llave.

Y al muchacho, pese a ser de suyo inocentón, poco espabilado, le resultaba incomprensible que cerrasen con una llave a la que dejaban en un lugar visible para todos.

Aún muchos años después, cuando los palos de la vida ya le habían espabilado mucho, aunque no lo suficiente, aquella situación le traía recuerdos capaces de poner en máxima actividad las meninges de grandes pensadores, que sin duda concluirían que un pueblo   que cierra y luego deja la llave bastante a mano, considera a la mayoría, se consideran ellos mismos, como estultos e idiotas, ignorando que los pillos pululan por doquier.

Así y todo, José Manuel disfrutaba consigo mismo durante unos segundos al recordar aquello.

Cielo gris y de nubarrones con pequeños claros y alguna estrellita luciente allá a lo lejos, lejos, lejos
.
Ermelinda abrió la puerta con decisión, girando la enorme llave y empujando el amasijo de barrotes desvencijados en forma de cancela, que chirriaban a modo.

Ermelinda depositó la llave en su sitio y se arrodilló, mientras que José Manuel se limitó a santiguarse a la vez que su madre, y luego esperó de pie, apoyado en el soporte de las rejas.

Ermelinda rezó, sollozó, dijo cosas entrecortadas, se calmó tras unos minutos de cierta inquietud, se puso de pie, sacó del bolso del mandil un rosario y una estampa de la Virgen Dolorosa y los pasó por el cuerpo del Negrito, al tiempo que decía: ¡Santo Niño Jesús Negrito, tú nos darás paz y salud, aquí y ahora!
.
José Manuel tuvo una extraña sensación: su madre, a la vez que oraba como devota fiel, parecía dirigirse  en otros términos al Negrito.

Tan  confuso se encontraba que no quiso  corregir  a su madre lo de llamar Niño Jesús Negrito a lo que no era sino una imagen pequeñita y oscura del patrono del santuario, San Tarsicio.
Y es que José Manuel, aunque las circunstancias le obligasen a un receso de dos años, ya llevaba encima dos cursos de fallido postulante dominico.
Fallido como en otras muchas cosas, porque un sí era un no ,y ya no sabía si los frailes le querían para sacerdote, para contable o para sacristán.
El muchacho aún no había oído o leído nada sobre el Sincretismo.
Sólo que su madre le había contado un par de veces una historia extraña y pavorosa
Ocurrió antes de que naciese él, el benjamín, cuando su madre y sus tres  vástagos ya vivientes, sentada en La Reguera de En medio con la hermana pequeña, la anterior a José Manuel en las rodillas, mientras el hermano y la hermana mayores jugueteaban por el prado, había tenido una visión extraña y preocupante.



viernes, 16 de octubre de 2015

UNA PÁGINA DE LA REGUERA


Las grandes voces que querían ahogar sollozos que avergonzarían a un hombre de aquella impronta, retumbaron en ambas vertientes del valle.

Un asustado José Manuel no daba crédito a lo que ocurría, conforme su padre se acercaba hacia él lentamente, con los brazos abiertos, gritando, mirando al cielo, imprecando a Dios y a los dioses.
Su padre era para él el hombre más poderoso sobre la tierra y acababan de convertirlo en un guiñapo.
Todo cambiaría para peor.

Todo, por culpa de Crispín Martín Ingelmo, charro de ley, castellano de pura y noble sangre cristiana.

La Reguera de Afuera, desgajada de La Reguera de En medio por expropiaciones camineras y por trueques y dotes de matrimonios  endogámicos, había estado de barbecho el último año.
Gaspar,  exsargento de Caballería  con querencias de requeté, franquista convencido, ganadero ahora por mor de las conveniencias familiares y amorosas, repartía estiércol para iniciar la sementera.

José Manuel  colaboraba sujetando la yunta mientras su padre descargaba el carro, un montón cada diez metros.

De pronto , se desató la tragedia: un tábano picó a la Gallarda y el poderoso animal, espoleado, arrastró consigo a la Pinta, al carro y al joven boyero que se aferraba al yugo.

¡Me en…….!.!Gallarda, Pinta!. ¡Me en….!

Gaspar arrancó de la mano de José Manuel la vara, de un manotazo lo envió lejos, se puso  delante de las vacas, les golpeó los morros con furia, y siguió blasfemando.

José Manuel se asustó mucho: las vacas retrocedían  y por un instante pensó que todos acabarían al fondo del valle, en el Regueirón.

Gaspar consiguió  frenar al fin el retroceso, y hábilmente aguijoneó con furia a las vacas ,que volvieron a avanzar hasta  el montón aún incompleto.

José Manuel respiró tranquilo conforme su padre cuadraba a la yunta, sin imaginar que lo peor estaba por llegar, no porque carro y vacas rodasen valle abajo, sino porque a su padre la perdición le vendría de lo que más quería y admiraba: el nacionalcatolicismo hispano.

¡Quietas, vacas!. ¡ Me  cago en….!.

¡Venga, inútil!. ¡Espabila!, y le devolvió la aguijada al pobre José Manuel.

-¡Eh, usted.! ¡Venga aquí!, gritó alguien.

En la curva de la carretera, a cien metros, apareció la pareja de la guardia civil y el temido Eulalio llamó a Gaspar para reconvenirle por las blasfemias que acababa de oír.

Eulalio había sido trasladado al cuarte de Las Navas desde Las Canteronas , a cien kilómetros, tras una huelga de canteros y dinamiteros.

El ya cincuentón guardia primero se jactaba de haber derribado, uno por uno y de una sola bofetada, a ocho grandullones mineros y dinamiteros blasfemadores, y de multarles con mil pesetas por barba, que pagaron todos en el acto, y además agradecidos porque la cosa no pasase a mayores.

¡Tiene Vd. razón, Don Eulalio.!!Hicimos muy mal en blasfemar.!, completaba el abulense su narración.

Gaspar  dejó tranquilamente el gabacho sobre el carro y se acercó lentamente hacia donde le esperaban los guardias, en el frontal de la finca.

José  Manuel, apoyado con el codo izquierdo sobre el yugo, y con la mano derecha blandiendo el garrote, contemplaba el lento caminar de su progenitor.

¡Buenas tardes.!¿Qué desean?, preguntó Gaspar con decisión y seriedad.

-¡Oiga, está prohibido blasfemar y podría ponerle mil quinientas pesetas de multa……!

¡Entiendo y respeto las leyes ,Don Eulalio, pero no tuve otro remedio.!.¿Qué quería, que las vacas y el carro se despeñasen.?

-¡Bueno, sí, pero hay que cumplir las leyes..!.

¡Sí,  yo estuve siete años en el cuartel de  San Miguel de Estella y conozco……….

De repente, el joven Crispín, en su primera semana de servicio, le arreó un tremendo tortazo a Gaspar, que sólo se tambaleó ligeramente, y es que aunque no muy alto, era de una gran corpulencia.

Gaspar dio media vuelta y se alejó rugiendo, sollozando, explicando:! A mí. A un sargento de Franco, que le pase  esto…….!

Crispín gritó: ¡ Vuelve aquí inmediatamente, sinvergüenza, que te voy yo a enseñar.!, pero Eulalio con un gesto lo silenció y, como dando por válida la lenta huída de Gaspar, dijo:

¡Vuelva a lo suyo, Gaspar, y controle sus nervios….!, y ambos guardias se alejaron carretera arriba.

José Manuel, asustado por cómo a los pasos lentos  hacia él de su padre, se contraponían los puñetazos lanzados al vacío, las miradas al cielo y a todas y a ninguna parte, los terribles rugidos entre los que se atisbaban no menos terribles sollozos, la vergüenza, la humillación que carcomía a su padre, hasta entonces orgulloso, poderoso, autoritario, y ahora………… se puso nervioso, perdió su timidez y gritó muy alto:

¡Calla, papá, por favor, que son unos hijos de puta.!

Crispín, siempre al quite, gritó: ¡eh, cuidado ,mocoso, no te la juegues.!, pero Eulalio volvió a reconvenirle para que se olvidase y siguiese carretera arriba
.
Mucho tiempo después, José Manuel se enteraría de cómo la mayor parte de los vecinos de las aldeas a ambos lados del Valle habían contemplado impávidos unos, asustados muchos, risueños otros, todo lo acontecido.

Aquellos infelices aldeanos tenían el espíritu de supervivencia colectiva de los rebaños de bisontes  que huyen mientras los leones matan y devoran a algún ternero, incluso a un ejemplar adulto, cuando fácilmente, si se unieran varios, podrían no sólo ponerlos en huída, sino incluso matarles.

Quizá tuviesen también la astucia de los vaqueros del Amazonas, que echan una docena de vacas viejas y moribundas en un punto del río para que las pirañas se ceben en ellas, y así aprovechan a pasar con el gran rebaño a una prudencial distancia.

El miedo al león, el miedo a las pirañas, el miedo a Eulalio. Conviene que algunos mueran para que los demás vivan. Y luego están los que son cómplices , desde su corazón,  de las injusticias, de las matanzas, de las irregularidades.

¡Trae!, y Gaspar arrebató  la aguijada a su asustado hijo.

¡Gallarda, Pinta.!. ¡ Cago en…….! ¡Venga.!. Las vacas, al sentir el aguijón sobre sus costillares avanzaron unos metros.

¡Quietas.!, gritó Gaspar. Y la yunta se detuvo al oír el vozarrón, acompañado de un simple gesto con la aguijada.

Eulalio y Crispín  se volvieron  desde la distancia, quizá para percibir nuevas blasfemias, pero al cabo de unos segundos continuaron su camino, mejor su carretera.

Aún el cuartel no se había motorizado y los guardias eran los autoestopistas más conocidos. Aunque por la hora que era, quizá se detendrían a beber algo en la taberna, invitados siempre, y luego tomarían el autobús comarcal, gratis por supuesto, hasta llegar al cuartel.

Gaspar descargó todo el estiércol en un solo montón, tiró el gabacho sobre el carro y, esta vez sin ni siquiera hablar, tomó el mando de la yunta, aguijoneó brutalmente a ambas vacas, y les ordenó:! 
!Vamos, me…en..!, con la contradicción lógica de quien maltrata a alguien muy querido y es recalcitrante con algo por lo que acaba de ser sancionado.

Sanción divina por medio del humano Crispín.





jueves, 15 de octubre de 2015

LE PRÉ DU RUISSEAU: L'ARCADIE PERDUE


Chaque petit propriétaire et son domaine à la région cantabrique forment un vrai couple.

La mort de l’un des partenaires signifie la mort de l’autre.

Avec une telle prémisse, la vie résulte plus difficile que heureuse..

DIE WIESE AM BAD: DIE VERLORENE ARKADIEN


Jeder  Kleingrundbesitzer mit seine beste Wiese in der  kantabrische Region  geheiratet ist.

Wäre ein Mitglied der Ehepaars  gestorben, sollte das andere Mitglied auch sterben.


Mit diesen Vorbedingungen,  ist das Leben schwerer als froh.

LA REGUERA: LA ARCADIA PERDIDA


Las propiedades minifundistas del Norte raramente alcanzan las seis hectáreas, suelen dividirse en por lo menos diez fincas, así que de suyo aquella parcela  que se aproxime a las dos hectáreas, es considerada como el corazón  y los pulmones de la heredad en su conjunto.

Y en las familias humildes, a veces unas pocas centiareas son a todos los efectos algo así como LA ARCADIA FELIZ.

En resumen, FINCA GRANDE ( en las regiones con dehesa sería sólo útil para jardín) y DUEÑO son algo así como un MATRIMONIO INVENCIBLE.

Pero si uno de los dos miembros de la pareja muere, la muerte será el destino inmediato del que sobreviva.

Por años  he hecho anotaciones sobre esta temática, pero mis despistes me han dejado sólo con recuerdos y con algunas páginas emborronadas sobre las que trataré de reconstruir la trama.

Para vencer la imperfección de mi sistema informático, subtitularé las páginas IMPARES como de LA REGUERA, y LAS PARES como de LA ARCADIA PERDIDA.

Así, aunque  detenga la narración para ofrecer a los amables lectores algún tema  diferente y espontáneo, siempre será posible una lectura ordenada.

Muchas gracias a todos, por leerme, por quererme o por odiarme, por apreciarme o por denostarme, pero principalmente porque siempre estén ahí.


Muchas gracias.

lunes, 12 de octubre de 2015

DOS AMIGOS CON FE


« ¡De fortitas pecatis, de fortitas amatis!. !Imbéciles !, exclamó el  PADRE JAIME.

¡Todo por la cultura, bodoques!”.

Imbécil y bodoque eran dos palabras que servían para refrendar lo valioso del discurso, y para que nuestro PROFESOR DE HISTORIA , un verdadero archivo humano, se tranquilizase y volviese a un tono lento y repetitivo, algo habitual en él.

“¡Miradddddd!, San Pablo quiso decir: Si pecas mucho, ama más……y,......la conclusión es que……el perdón de Dios  es infinito, ¿verdaddddd?”.......pontificó suavemente en su lucha desde niño para tapar LA FALIETSA,  en su caso más bien O LUSOMARIÑÁN,y convertirse en VERDADERO FRAILE PREDICADOR DEL IMPERIO.

“¡ Y ahora, esto supuesto, vamos a la cola!.”

Como siempre, tras diez minutos de explicar la nueva lección, nos colocábamos en fila en el mismo orden que la última vez.

UN PREGUNTADOR, de los tres elegidos por hablar más pausado, recorría la fila desde el primero al último, con el libro en la mano, y quien no contestase  adecuadamente era relegado a la plaza de quien supiese la respuesta.

A LOS PREGUNTADORES siempre se les calificaba con UN OCHO, no suspendía casi nadie, y a mí siempre me calificaban entre SIETE y NUEVE, con independencia de que estuviese  EL SEGUNDO o EL NOVENO.

La escena se repetía: EL PADRE JAIME daba continuos paseos en el aula, por delante de la fila ,ensimismado, con las manos atrás.

A veces,  EL PROFESOR” despertaba” para matizar cualquier pregunta o respuesta , mientras que en numerosas ocasiones” tan  absorto estaba en su mundo” que TINÓN EL MINERU le colocaba una tiza en la capucha y se la retiraba dos o tres vueltas después, mientras LA COLA era una verdadera FILA DE BOCAS SONRIENTES a punto de estallar en CARCAJADAS.

Y en una ocasión en que el PADRE JAIME quiso explicarnos en LA BIBLIOTECA, situada en zona de CLAUSURA, por tanto sometida a restricciones ,la evolución de LA RECONQUISTA en TIERRAS DE XALDOS, VAQUEIROS YA MARNUETOS, sin querer, aprendí VISUALMENTE aunque no REFLEXIVAMENTE la veracidad o al menos LA UTILIDAD de las palabras de SAN PABLO.

Conforme el grupo seguía al fraile, un trío de rezagados, JUSTO VILACONDIDE, TINÓN y  ESTE HUMILDE INFELIZ,  nos metimos en EL CORO para que JUSTO nos deleitase con unas melodías en  EL ARMONIUM del  convento
.
“¡Eh, Imbéciles, bodoques! Luego os ponéis de rodillas en LA BIBILOTECA, mientas yo explico lo que vamos a ver.! ¡verdadddddd?!”

Cuando el PADRE JAIME tomó cartas en el asunto, ya nosotros regresábamos DESPAVORIDOS  al redil.

El PADRE JACINTO, sentado en el sillón junto al ARMONIUM, escuchaba en CONFESIÓN al PADRE JESÚS, tendido a sus pies cuan largo era, como UN PERRITO FALDERO.

¡ Menos mal que no son FARISEO y ZAPATO LOCO, já,já,….aunque bueno,  DOS HOMES XUNTOS, ASUNTO DE CULOS,SEGURO,já,já!, exclamó TINÓN EL MINERU, y es que EL TSACIANIEGO REGIONALIZADO NORTEÑO  era un pozo de chistes maliciosos
.
El PADRE JAIME dio sus diez minutos de teórica mientras los TRES CASTIGADOS permanecíamos de rodillas.

“¡Y esto supuesto, todos a la cola!. ¡ Incluidos los imbéciles y bodoques.! Pero hoy estoy con ánimo de  perdón.!”

De la cola pasamos a ver, cada uno por su cuenta, pero con el CONTROL JAIMITIANO,  aquellas joyas histórico-literarias, y nos olvidamos, yo al menos, de porqué   JACINTO y JESÚS ,dos jóvenes sacerdotes a los que las hermanas de los alumnos en las visitas devoraban con los ojos-tenían fama de guapos-y quizá hasta con el pensamiento, en vez de irse a sus clases, saciados con el pantagruélico yantar en EL REFECTORIO ,deleitados con el café y el tabaco rubio en LA RECREACIÓN, se confesasen mutuamente de forma sacramental- lo descubrimos meses después- y mostrasen caras de arrepentimiento, de vergüenza, de humillación, compungidos.

Muchos años después, en BIEL/BIENNE, a la hora de la comida del personal en el hotel en el que trabajábamos, FRAU HOLN, una elegante dama a la que un cruel y millonario exmarido convirtió en humilde AYUDANTE DE COCINA, sacó a colación las virtudes del PFARRER,del PADRE MARIO REDER-DER ROBUSTMAN, EL HOMBRE ROBUSTO,  como ella le llamaba casi con pasión-y al que debía muchos favores, no siendo el menor que la nombrase CHEFIN de LAS CATEQUISTAS ,lo que le devolvía parte del peso social perdido.

ALBERT, el jefe de cocina, y ROLF ,su ayudante, ambos católicos y suevos,  pero ejerciendo de estrictos protestantes antibávaros y antisicilianos, se choteaban de la frágil virtud católica para provocar a FRAU HOLN.

“¡Ja, ROLF,las chicas en MÜNCHEN por la mañana en la iglesia, SO, SO!,y el chef se daba golpes de pecho, pero por la tarde en el parque,!SCHAFF, SCHAFF!,ha,ha!, y hacía gestos obscenos”
“¡Ja, genau!. Y los mafiosos en PALERMO el domingo en la misa,! mea culpa, mea culpa!, y después de comer, y toda la semana!,SO, SO!,  hacía el gesto de robar, y! TRARRATATATA!,y reproducía el ruido de lajs metralletas”.

¡Nein,nein!,negaba casi llorando LA SEÑORA HOLN.

Entonces,yo, en FRANCÉS y en FRANÇAISDEUTSCH, comenté lo de LA CONFESIÓN MUTUA SACRAMENTAL de LOS DOS AMIGOS FRAILES, y les dejé boquiabiertos.

¡Nadie puede transmitir la gracia que no tiene!, dijo ALBERT, volviéndose DONACIANO, como si fuese seguidor de alguna secta fundamentalista yanqui.

“¡Pero eso es vivir con eterno dolor de cabeza!, dijo mi amiga CORINNE LA RECEPCIONISTA.
 ¡Aunque sirva para explicar las razones de porqué en general los países protestantes son más ricos que los católicos, pero ya véis SUIZA....., o BAVIERA!,  añadió con retintineo.”

¡Sí, pero a lo mejor no es la religión sino el ESPÍRITU CALVINISTA de los católicos suizos millonarios!. ROLF arrimó el ascua a su sardina.

El dueño de nuestro hotel era católico y millonario.

En resumen, que JACINTO y JESÚS salían de CUCHIPANDA(vinos, mujeres, juego), coincidiendo mayormente con  EL COBRO DEL MESÍN, y después de una  tarde y una noche de PECADOS CATÓLICOS, se CONFESABAN MUTUAMENTEen EL CORO, se IMPONÍAN PENITENCIAS AD HOC, se ABSOLVÍAN el uno al otro, y otra vez a empezar el proceso, ya así siempre.

¡Hermosa lección vital!.


jueves, 8 de octubre de 2015

BREVE HISTORIA DE UN PRADO VALIOSO Y HERMOSO


-¡Ahí lo tienes. El PRAO ‘l POLVO,ja, já!

-¡Já,já.  Ya verdá, MIGUEL.Já, já!
.
Yo venía casi dormido en el asiento detrás de MIGUEL, que enseguida se lanzó a narrar la HISTORIA DEL PRADO VALIOSO Y HERMOSO a su compañero de viaje, RAFAEL ,ambos VAQUEIROS de BITSERÍN, de la PARROQUIONA de BUSTANTIGO.

Eran TRANSHUMANTES, y por tanto conocían todas las BRAÑAS desde  MASENGA a  SANGOÑEDO TSACIANA.

Veníamos de VILLABLINO a LA ALLANDESA, en el AUTOBUSÓN de LOS TSUBARCAS,  descendíamos el PUERTO VAQUEIRO-TSACIANIEGO, y cuando ya embocábamos  EL BATSE BATSAO-extraño nombre para una fértil llanura que contrastaba con  LOS PENEOS  de los picachos por entre los cuales serpenteaba la  carretera del PUERTO- la exclamación del tal MIGUEL  me despertó por completo, y en los treinta kilómetros hasta LA ALLANDESA, más el tiempo de parada en LA PONTE, durante los cuales MIGUEL no calló ni un segundo, pude enterarme  de todo, casi como si yo lo hubiese vivido.

En los años cuarenta, AGUSTÍN de NAVIEGO, el mejor mozo de la comarca, listo y simpático, pero  de casa pobre, y  TELVINA de AMBASAGUAS ,buena moza, guapa , agradable y muy rica-les llamaban LOS DE LA PATSEIRONA-se enamoraron mutua y apasionadamente.

Pero PRICÓN de LA PATSEIRONA   se opuso rotundamente y el pobre AGUSTÍN emigró a LAS AMÉRICAS.

A mediados de los sesenta, EL INDIANO AGUSTÍN vino a pasar tres meses en  la casina ,bastante mejorada por   su ayuda desde BUENOS AIRES, donde tenía florecientes negocios, y al enterarse de que  la hija mayor de TELVINA iba a convertir en abuelo a UWALDO de CA´L COXO de TSÁN DEL RÍO, le entró la sed de venganza.

UWALDO era UN MOZO RÍN, en la definición popular de su físico, pero  AGUSTÍN  intuyó que quizá lo fuese en lo más profundo del alma, y decidió actuar en consecuencia.

TSÁN DEL RÍO  era la aldea más rica de LA PARROQUIA de BORRACÁN, y sus prados eran apreciadas joyas: y los ricos de las brañas, el mismo BORRACÁN,BATSAO DARRIBA, PONTE MESTAS, no cejaban hasta poseer siquiera UN PRADÍN junto al  río
.
Una semana antes de embarcar de regreso al RÍO DE LA PLATA, AGUSTÍN se enfrentó DISCRETAMENTE con UWALDO.

-“Sabes que conseguiste algo que ahora no conseguirías”, atacó AGUSTÍN.

-¡Já, já. Pensabas que porque te llamasen EL ALEMÁN y a mí EL RÍN, podías conmigo!.

-“Bueno. Te propongo un trato”…………y conforme AGUSTÍN hablaba, el otro enrojecía de cólera
.
¡-Calla, o saco  LA CHARRASCA ya  ACHOQUÍNOTE aquí mismo!.

Pero para alguien acostumbrado a  PARLAMENTAR con LOS MALEVOS DEL BOCA, EL RIN resultó pan comido.

Una semana antes del embarque, se firmó un documento en LA NOTARÍADE LA PONTE, con buena asistencia letrada, para evitar incumplimientos.

AGUSTÍN había comprado en secreto   EL PRADO DE LOS TRASCASTROS- rica familia asentada en LA CAPITAL
.
A lo largo de un Kilómetro, a la  orilla del RÍO MESTAS, afluente del PRAVIANO, del  que salían numerosas CANARES con AGUA para regar todo el año y disponer siempre de OTOÑO, el único PIENSO de entonces ,y con una anchura de entre cien  y trescientos metros, EL HERMOSO PRADO  daba fe de la riqueza del paraje y de la de LA FAMILIA DE LOS TRASCASTROS
.
EL PACTO: un tercio del prado sería para los hermanos de AGUSTÍN, que dejaron solos en LA CASINA a los ancianos padres, y prefirieron tener UN CHIGRE  en LA CAPITAL, cosa que no agradó al VAQUEIRO BONAERENSE.

Dos tercios del prado pasarían a CA´L COXO, por un PRECIO ESPECIAL.

EL PAGO: cuatro días antes de que zarpase el CABO DE HORNOS desde EL BOTXO, AGUSTÍN y TELVINA se instalaron en EL HOTEL ERCILLA  a disfrutar, al fin, de SU AMOR.

Cuando AGUSTÍN desde cubierta, meditabundo, y TELVINA desde el muelle, llorosa, agitaban los pañuelos en señal de DESPEDIDA para SIEMPRE, UWALDO y sus dos hijos varones, comenzaban a  preparar LAS PRESAS  y LAS CANARES, para aprovechar el agua al máximo.

-¡Já,já. Al paisán  había que dáchele disteria.!

“Al cornudo había que apalearle”, sin duda quiso decir RAFAEL.

En los años noventa, para aprovechar LOS FONDOS EUROPEOS, LA  CONFEDERACIÓN HIDROGRÁFICA DEL NOROESTE, canalizando el río, Y LAS AUTORIDADES VIARIAS, construyendo una innecesaria  ZONA DE RECREO en LA  NUEVA RUTA  DEL PUERTO, borraron del mapa EL PECADO DE LUJURIA, o de AVARICIA, según se mire, que diez años antes yo oí en la conversación de LOS DOS VAQUEIROS.
`Pero la historia se repite: hay de siempre DERECHO DE PERNADA, de CONTRAPERNADA, y de ANTEPERNADA.

EL que quiera entender, que entienda.



viernes, 2 de octubre de 2015

LULO Y LA LÍNEA


LÍNEA era un nombre recurrente: servía tanto para denominar al CONDUCTOR,  como al VEHÍCULO y al SERVICIO.

Si LULO era la parte humana,  EL PULLO era el SEMOVIENTE, EL VEHÍCULO, y EL SERVICIO era el recorrido semanal que hacía EL CONJUNTO con banastas repletas de mercancías hasta lugares apartados de COMERCIOS y CHIGRES.

Una bonita historia de supervivencia: porque LULO que se había casado muy joven, enfermó también joven-en sus primeros cuarenta ya era un asmático incapaz de recorrer más de doscientos metros sin detenerse a respirar-y su SEGURO A LA ANTIGUA fueron sus tres hijos mayores, que a la vez que se ganaban fuera de casa el jornal, atendían el pequeño predio familiar.

LULO estaba muy preparado de la escuela, y  por su  perfecta caligrafía lo llamaron en CASA VIDAL para  que gestionase los datos de LAS CARTILLAS DE RACIONAMIENTO. Y de ahí ya pasó a ser DEPENDIENTE y CAMARERO, a ayudar tanto en EL CHIGRE y LA BODEGA como en EL ALMACÉN GENERAL AL DETALL , el verdadero supermercado de la zona.

EL PULLO era una joya: UN ASNO ENTERO de casi treinta años, UN MATUSALÉN EQUINO con una fuerza brutal en todos los extremos: SEXUAL, de ARRASTRE y de CARGA.

SEXUAL: siempre estaba DISPONIBLE y ,de suyo manso, se mostraba agresivo si LA PULLA OBJETO DE DESEO se oponía a sus intenciones.

Eran otros tiempos, si fuese ahora quizá habría sangre humana y equina por medio, y los gitanos se limitaron a gritar ,a implorar.

¡Eh, SEÑOR MANUEL, que   su BURRO va a matar a nuestra BORRIQUILLA!

Los gitanos-repito que eran otros tiempos-estaban inmóviles, petrificados-mientras que LULO, con la ayuda de  su hijo mediano, consiguió ENTRECHAR al PULLO que pasebaba KAMPETSINA ARRIBA, KAMPETSINA ABAJO a su pobre  y sangrante víctima, arrastrándola con sus poderosos molares por el pescuezo.

LULO le dio en la cabeza un buen número de puñetazos al pollino, quizá como desagravio ante la tribu allí acampada, y  gracias a que TXETXU, el hijo mediano, sujetó fuertemente con una cuerda al RUCIO  que se lanzó a RINCHAR, a querer atacar de nuevo a LA BORRIQUILLA, mostrando sin el menor pudor su  gigantesco apéndice.

ARRASTRE: para ACUARTAR,  mejor sería decir ATERCIAR, a la YUNTA tanto arando como arrastrando el carro.

CARGA: llevando como  CONDUCTOR a su dueño, y soportando cualquier carga, medio carro decían algunos, y por supuesto LAS DOS BANASTAS GIGANTES de LA LÍNEA.

-¡Ya suena LA LÍNEA, ya viene papá,! decían sus hijos pequeños cuando jugaban delante de la casa, esperando a que les llamasen para la cena. Y es que EL PULLO, infaliblemente, cuando se acercaba a LA FONTE’L GATSO , cual TREN o AUTOBÚS, lanzaba sus señales de aproximación.

LULO subía cómodamente  cabalgando sobre el VIEJO ASNO la empinada cuesta desde EL CANTARILLÓN hasta SANTOLÍN DE REBIECO, como si de un poderoso cuatro por cuatro se tratase.

¿Y qué decir del regreso de LA LÍNEA SEMANAL?

LA PREOCUPACIÓN FAMILIAR por el PATER FAMILIAS dejaba de serlo cuando ya próxima la medianoche, EL PULLO avisaba desde LOS CALEOS, a kilómetro y medio de su destino, que toda marchaba   de acuerdo con lo previsto.

Salvo en las cuestas abajo, en la mayor parte del camino LULO  iba de jinete, acomodado entre LAS BANASTAS repletas de comestibles, bebidas, incluso de algún periódico, revista, medicamentos, según las peticiones y encargos de la semana anterior. Y  a todo ello se unía  ALGUNA OFERTA ESPECIAL: CHOCOLATE, TURRÓN, BACALAO,etc, etc.

Y ese viaje semanal, ESA LÍNEA, generalmente los lunes, podía repetirse en  jueves o sábado si había mucha demanda y también cuando LAS SARDINEIRAS de LA LUARQUESA, en motocarros manejadas por MARIDOS, HIJOS o NOVIOS, cedían buena parte del pescado para que LA LÍNEA lo llevase a aquellos para mí ignotos lugares: LAS BATSINAS,  MOLINDARIAS, TENDINA, ORDERIAS, BUSTOBURNIEGO, FULGUEIRÚA, a los que ahora por pista forestal se acerca uno en un cuarto de hora con el  tractor
.
La vida llevó a LULO y FAMILIA a la CIUDAD  GRANDE. Y mitigaron la pena de abandonar al PULLO regalándose  a unos PRIMOS que ejercían de CASEIROS de UNOS INDIANOS DE LA PLAYONA, que en las afueras de la gran ciudad costera tenían una quinta  gigantesca, UNA VERDADERA PATSERA.

Tres años después, en mi triste caminar, hube de examinarme  en LA UNIVERSIDAD TÉCNICA para que mis estudios monásticos se convirtiesen en  civiles.

Y mientras contemplaba los muchos vehículos de matrícula alemana que recorrían la AVENIDA WILHEM SCHULTZ, la más larga de LA PLAYONA, encendiéndose en mi mente la luz de un futuro EINSIEDELN, me devolvió al MOTSEIROSO inicial la narración de uno de los camareros de LA SIDRERÍA donde tomábamos algo los examinandos frailuno-laicos.

El camarero era de  CAMPO REBOTSO, de la ruta de LA LÍNEA, y al  reconocerme exclamó:
¡Já,já. Olé sus cojones con EL PULLO DE LA LÍNEA,já, já.! Se escapó del PALACIO DE LA MARRUCA y recorrió toda la AVENIDA SCHULTZ RINCHANDO y con LA VERGA EN  SU ESPELENDOR!.

Los POLICÍAS LOCALES  que lo ARRESTARON ,  se morían de risa, cuando EL CABO  ANTÓN DE BUSTAVIL les contó la historia de LA LÍNEA.
¡Creo que aún vive, recluido en LA MARRUCA, concluyó. Aunque ya no se escapa.!
HONOR  a LA LÍNEA, a LULO, al PULLO, y al CONJUNTO HOMBRE+SEMOVIENTE+SERVICIO PRESTADO EN LÍNEA, que prestaron mejores servicios  a la comunidad que la mayoría de los chafandrines políticos  charlatanes,