lunes, 8 de octubre de 2018

U.S.A. EN MÉXICO



-¡Joven, debiera hacer usted hacer honor a sus genes cántabros, y aspirar a un poquito más!.!Le repito que yo llegué a Ciudad de México con las alpargatas rotas que calcé en mi  braña de San Julián, y veinte años después era el propietario de un gran hotel con quinientas habitaciones!.

Por enésima vez  en los últimos años, Don Genaro Rabanal, fundador del Grupo Rabanal Smith se dirigía a Long John con el mismo comentario humillante a guisa de saludo.

Y es que las estelas de  los Rabanal Smith y la de los Luengo Barahona se habían cruzado demasiadas veces desde que Genaro Rabanal, de San Julián de las Montañas ,y Avelino Luengo de Los Caboalles, coincidieron en el barco de la línea Vigo-Veracruz.

Genaro ,nacido al Norte de la Cordillera, en  la comarca de Cangas de Tineo, era un pequeño saco de malicia, como le dijo un Reformador a Su Maestro en Las Cortes Generales:!pequeñito físicamente, pero con ideas y,   lo más peligroso, empático selectivo!.!Amar o matar, cada cosa a su tiempo!.

Avelino, el padre de Long John, es decir, de  Juan Luengo, era un larguirucho desgarbado, casi un gigante para su época, con muy buena preparación escolar, pero sin más arte que la del pastoreo en los montes de Laciana.!Mucho para malvivir  sin agobio pero insuficiente para formar una familia!.

Ambos jóvenes, el pequeñito y el gigante, llegaron a Ciudad de México  en mil novecientos cincuenta, poco antes de ser llamados a suertes  en las Cajas de Reclutas de Pravia y León respectivamente.

Genaro se incorporó al hotel lavandería Las Torres, propiedad de unos gallegos de Orense, como ayudante de Bellboy, un término a lo anglosajón para no llamar chico de los recados a quien dependía de un Bellboy, un Paje dirían los aristócratas, o sea, un simple botones.!Y es que los BELLBOYS/PAJES/BOTONES sabían algo de inglés!.!Genaro sólo el montañés!.

Desde el principio, el de Cangas de Tineo tuvo claro que o se espabilaba o le caerían a chuzos.!Y vaya  si se espabiló!.

Avelino se acomodó tranquilamente a su empleo de chico de confianza-ayudante recepcionista, mozo de comedor, vigilante nocturno, portero-del hotel lavandería La Reina, propiedad de un leonés de la zona de Riaño cuya mujer era de de Los Caboalles.

Digamos que aquellos hoteles lavandería eran como los hoteles spa de la actualidad ,pero con mucho menos glamour, y con otra intencionalidad.

Resultaba curioso que gentes nacidas en zonas rurales del Norte de la Península Ibérica, cuyos elementos de higiene más importantes eran la jofaina, el aguamanil, la palangana, y que usaban como retrete o excusado la cuadra, o la frondosidad del monte, hiciesen  verdaderas fortunas  alquilando por horas las habitaciones de su hotel a las gentes más humildes de la Gran Ciudad.

Tema un tanto marrón, más que verde, dirían los críticos, pero así como en las grandes ciudades de la India verdaderas multitudes, cada persona una lechera con agua en ristre, para las abluciones ,se dirigen a  lugares recónditos, para sustituir la carencia de instalaciones sanitarias en los minúsculos apartamentos por la tranquilidad de una zanja o un arroyo muchas veces seco, así en las grandes ciudades iberoamericanas, pero también gringas y de otras partes del mundo, recordemos la casa de baños de La Latina en Madrid tan idolatrada por los carboneros magrebíes ,las familias que no pueden disponer de un cuarto de baño en casa, se esfuerzan, limpias que son, aunque pobres ,para disponer de unos dólares y alquilar por más o menos horas, según el número de componentes de la familia ,una vez a la semana una habitación de hotel lavandería.

¡Pueden ducharse, bañarse, acicalarse, y todo con toallas y ropa de baños limpias!.

Desde la s épocas griega y romana, los baños públicos fueron centro de reuniones variopintas que cualquiera se puede imaginar.!Por eso eran mantenidas por los gobiernos!.

En el ambiente al que nos referimos, el negocio era privado y peso a peso se hacían grandes fortunas.
Genaro aprendió pronto la lección, a los cinco años ya pudo comprar el hotel La Reina, y quince años después inauguró su hotel de lujo Las Brañas, con quinientas habitaciones.

Rosa Smith, una elegante rubia de familia norteamericana con  hoteles en México, se encaprichó de aquel temperamental  gachupín al que le sacaba veinte centímetros, y aquello fue un milagro para el montañés.

-¡Mis hijos han salido en guapos y buenos mozos a su madre, pero en inteligentes a mí!, se ufanaba a las primeras de cambio el ya Prohombre para los falangistas de su inmenso municipio, casi provincia.

Justo Don Genaro acaba de llegar a Cancún, donde Long John era el portero de un gran hotel propiedad de los Rabanal Smith, acompañado de dos de sus hijos, para inspeccionar el negocio.

¡Chingado zafero, maldito palancanero!, gritó Walter, el pequeño ayudante de Long John ,para animarle.

Walter, chicano con perfecto inglés, ganaba cuatro veces más sólo con las propinas que sus hermanos recogiendo fresas de sol a sol en California .De español de la Península iba aprendiendo lo más bronco, y le sonaba que en las casas de vida alegre de Madrid a los encargados les apodaban palanganeros o palancaneros.

Poco faltó para que los jóvenes Rabanal Smith, que bajaban a disculparse con Long John, escuchasen al chicano insultar a su padre, comparándolo con el dueño de una mancebía.

-¡Juan, disculpa a nuestro padre!.!En el fondo él te quiere bien y………!.

¡Sí, tienen ustedes razón, nunca supe sacar partido de mis genes cántabros!.

A Walter lo de cántabro le sonaba a gringo, a anglosajón, porque Long John era grande y rubicundo como los Rabanal Smith, aunque su madre no fuese gringa sino de Puebla de Sanabria.

-¡Nuestro padre grita y aconseja, pero nosotros decidimos!.!Tenemos algo bueno para ti!.Juan Luengo se puso en guardia ante la afirmación de Mike, uno de los hijos gemelos de Genaro.

-¡Te queremos para nuestros  nuevos negocios en Tijuana y Ciudad Juárez!, remató Nelson, el otro gemelo.

Tanto los dos hermanos Rabanal Smith como él ,próximos a la cuarentena, eran los benjamines de las respectivas familias y, en ambiente relajado, lejos del control de Don Genaro solían confraternizar sin preocuparse del status quo de cada cual .Los ricos propietarios apreciaban de verdad a su fiel aunque un tanto apático portero.

¿Qué negocios?, se atrevió a preguntar  Long John.

¡U.S.A EN MÉXICO!.!Algo inimaginable!.!LAS TORRES MARAVILLOSAS!.

-¡Cuando acabes tu turno, te esperamos en el Cafetín Riviera!.!Nuestro padre duerme!.!Tú nos acompañarás con un whisky, en tu honor, un tequila o lo que prefieras, y te explicaremos el plan!.

¡Es tal cual dice Mike!, asintió Nelson, al estilo de las parejas de misioneros protestantes, donde uno afirma y el otro da fe.

¡Allí estaré como un clavo! Juan Luengo había recuperado el ánimo, tras la bronca del viejo chinche.

(Continuará: LAS TORRES MARAVILLOSAS )


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