EINSIEDL

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viernes, 17 de agosto de 2018

CÓMPLICES NECESARIOS



-¡A ver, Pepín, asércate y échame una firma!.La voz del Bigotazos, el guardia primero Alfonso Barrán, sonaba imperativa .Su compañero, también bigotudo, el lucense Manuel Sardiñas, inofensivo, decían, pese a su corpachón de gigante, sonreía pasivamente, mientras su superior sacaba de la bolsa de cuero un bolígrafo y un cuaderno de folios con encabezamiento oficial.

Rojo como un tomate me acerqué, como un autómata, como un golem, a donde me habían ordenado.!No me hice ninguna pregunta!.

-¡Eh, tranquilo, nerviozo!.!No firmeh por ti!!Firma por Fransihco Gómes de La Cuehta!.

Nos habíamos encontrado con LA PAREJA mientras afanábamos unas picotas del gran cerezo propiedad justamente de Francisco Gómez, que vivía a tres kilómetros, en La Cuesta .Era jueves, tarde libre en la escuela, y por eso la media docena de chavales íbamos sin prisa de Helechosa  a Santolín.

Quizá aquel mestizo de pacense y cordobés, con su peculiar acento de La Jayona, a medio camino entre las localidades históricas de Zalamea y Fuenteovejuna, me hubiese elegido porque unos días antes, en la tienda de La Maruxa, se había enterado de mi nombre……y me había dado un buen susto.

¡Buenas tardes!.Mi saludo fue forzado, obedecía órdenes de Doña Restituta, la maestra, pero por mí no hubiese dicho nada. Era mutista selectivo, sólo en casa y con los compañeros de la clase o algunos vecinos era capaz de comunicarme sin rubor, yo diría que sin dolor. Hablar fuera de mi círculo, era una verdadera tortura para mí.

Los guardias estaban dando cuenta de unas empanadillas en cuya elaboración era toda una experta Maruxa, la propietaria del colmado. Rufino, el marido de Maruxa, sacó de la fresquera un botellón de rosado de Cacabelos y lo arrimó a los vasos de los civiles para que se fuesen sirviendo sobre la marcha.

¿Te apetece una empanadilla, Pepín?.Maruxa me invitó a compartir manjar con los guardias.

¡No, gracias!.!Es que mi madre me manda a ver si ya vinieron las velas grandes para la Misa Mayor, y….!.Los nervios me atenazaban .La presencia de las autoridades me volvía inerte por fuera, tembloroso, asustado por dentro.

Al Bigotazos le pudo la proverbial simpatía ingeniosa hispano-meridional:

-¡Así que te yamah Pepín!.!Pórtate bien, porque si no, como hasemoh en mi tierra, te picamoh para choriso!.

¡Tierra,. Trágame!.!Yo no sabía qué hacer, y ya tenía nueve años!.

¡Don Alfonso, Pepín es tímido pero muy listo!.!Va muy bien en la escuela!.

-¡Pueh eso le salva!.!Anda, muchachino, no te pongah colorao y ve en pah!.

Al irme oí al guardia decir:

¡Eh,Rufino, anteh de que te vayah a ordeñar, échame una firma por Fernando Boto, el de San Gil, que aqueyo ehtá mu lehoh!.

Años después, Sebastián, el hijo de Maruxa, me contó una anécdota al respecto:

Entusiasmado El Bigotazos por llevar para su mujer y los cinco muchachinos  un buen saco de patatas y otro con embutidos, panceta, y fabas, se involucró tanto, e involucró a su subordinado, en esta ocasión Valentín el Palentino, que terminaron por despojarse de arneses, cartucheras, tricornios y mosquetes, y se dedicaron a partir leña  para el ahumado de la matanza.!Era invierno, época del San Martín!.

¡De pronto llegó el camión de reparto en el que solían venir el teniente de línea y su ayudante!
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-¡Maruxa, dile al teniente que no noh hah vihto!
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¡Qué raro que no esté aquí la pareja!.!Bueno, yo también fui guardia!.!Confío en que estén a la vuelta en el cruce!.

Los guardias salieron corriendo una vez se fue el teniente en el camión, regresaría en un par de horas, para darle las novedades cuando regresase a la comandancia.

-¡Já, já!.!Le diremoh!:!mi teniente, é que Fernando el de San Hil tiene loh pradoh mu lehoh de casa!.

Yo era muy inocente, infeliz, casi tonto, pero ya empezaba a sospechar que con  tu firma, mi firma, otro u otros podrían hacer lo que ni a ti ni a mí nos convenía.

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