EINSIEDL

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jueves, 10 de septiembre de 2015

MARACAIBO Y CURAÇÂO


Para el padre  y los tíos de LUISA,CARACAS, MARACAIBO y CURAÇÂO  fueron una especie de EINSIEDELN  por etapas, aunque no sabría decir cuál habría sido su particular MOTSEIROSO antes de la emigración.

Ese recorrer el camino de forma tenaz de los hijos del TSARGO, sirvió de espolón en los años cincuenta a setenta para que muchos XALDOS, VAQUEIROS YA MARNUETOS, gente de LA FALIETSA, se ilusionasen y partiesen hacia  EL CARIBE PENINSULAR E INSULAR, obviando un clima difícil de soportar para las gentes de LAS BITSAS, LOS TSUGARES, LAS BRAÑAS YA LOS PUERTOS MARNUETOS. Para algunos llegó el éxito .Para otros el regresar con la frente marchita. Para otros el entregar su cuerpo y su alma a aquellas tierras lejanas

Mientras IGNACIO largaba, yo, asombrado, iba asociando  situaciones visuales vividas por las que pude llegar a la conclusión de que tanto a LUISA como al propio IGNACIO  yo ya los había visto juntos, por primera y única vez, unos treinta y cinco años antes.

-¡IGNACIO  va a tener que bañarse en el agua fría del RÍO ALBAR, si antes no le sacan el calor del cuerpo, já, já!, comentó malicioso ESTEBAN , industrial maderero de PENOUTA.

Y es que  ESTEBAN, mujeriego perdido, pero buen negociante, se mantuvo respetuoso mientras IGNACIO y SU JEFA LUISA desayunaban en el chigre de SANTOLÍN. Pero la turbación le podía: LA ANTILLANA NEERLANDESA le  encargó tres toneladas de MADERA DE NOGAL  para enviarlas a  una MUEBLERÍA LUJOSA DEL BOTXO, y en el viaje entre  EL GANZO, donde estaban LAS PRECIADAS Y PRECIOSAS ROLLAS y el chigre, cinco kilómetros de traqueteo, LUISA, sentada entre IGNACIO y ESTEBAN le transmitió sus poderosos efluvios.

No era de extrañar: LUISA, alta, bonita, en sus treinta y cinco, con ropa ceñida y zapatos de tacón, impropios para el tiempo y el lugar, con su acento ENTRE CARIBEÑO Y GRINGO, con su pelo negrísimo en moño y su cara discretamente maquilada, UNA BELLEZA DEL CARIBE, con un reloj y unas pulseras de lo nunca visto, incluso para un mocoso como yo, en mis nueve años, resultaba admirable.

Eran otros tiempos, pero quizá no para una avispada LUISA: visto con perspectiva actual, que IGNACIO condujese  el camioncillo gris del aserradero durante casi cien kilómetros para llevarse tres toneladas  de madera, sería un despropósito.


Para LUISA  eran simplemente NEGOCIOS DE LUJO A LA AMERICANA.

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