¿Don Francisco, cuándo será el entierro?.Porque la familia
está lejos y….
¡Borriquín, soy cura viejo, está todo previsto!.!Será pasado
mañana al atardecer!, el orondo y venerable clérigo calmó la furia inquisitoria
del yerno controlador.
¡Sí, no habrá problema ,porque tal como nos explicó Pepe el
Practicante a Leonardo y a mí ,con la
inyección pre-embalsamiento el cadáver aguanta varios días sin descomponerse!,
intervino Pablo con la mejor de las intenciones, y con enorme tristeza y unas
furtivas lágrimas poco habituales en aquellos
curtidos luchadores contra el infortunio de haber nacido en tierra
inhóspita ,no pudo por menos que añadir:!aunque hubieras sido mejor que esto no
pasase!.
¡Sí, mejor!, y Leonardo cruzó con Pablo una mirada triste y
llorosa.
¡Vale, primos, vale, pero dejadme a mí encargarme de todo,
como único responsable serio y directo!, enseñó el de Serandi sus poderes con
aspereza.
¡Perdona, chaval, no era nuestra intención el inmiscuirnos!,
se disculpó Pablo.
¡Bueno, no pasa nada!.!Pero podéis hacer algo por mí, si
queréis……….!, y Álvaro, suavizando su habitual expresión bronca ,aprovechó la
mansedumbre de los primos de su suegro para involucrarlos en la situación y que
le facilitasen a él el urdir sus planes con la máxima eficacia.
¡Sí, por nuestro
primo haremos lo que haga falta!, replicó Leonardo, algo más retraído
que Pablo.
“-¡A ver, tranquilo, borriquín, que tú eres ahora el cabeza
de familia, pero yo, aparte de cura, o justo por serlo, además de algo
pariente, me quedaré aquí hasta el amanecer, y Diógenes me acercará a tiempo
para celebrar la Misa de las nueve y para reunirme con los otros curas del
Arciprestazgo y tomar acuerdos para las
distintas celebraciones en honor del Santo Padre Juan XXIII, que se murió
anteayer”!.
¡Ay, ese Papá será santo, ya lo veréis los más jóvenes!!Y su
primer milagros será facilitar, aunque parezca un contrasentido, que la muerte
de Gaspar sea una celebración tal cual la Iglesia quiere y el pobre Gasparín se
merece!”,y el pobre cura no pudo por menos que soltar unas lágrimas.
¡Vale, Señor Cura, vale, pero me voy a ver
si alcanzo a Diógenes!, y Álvaro salió disparado hacia su tractor.
-¿Qué otra cosa de malo ocurre, Álvaro?.¿Dónde vas sin
decirme nada?
“¡Tú vuelve a la cama, vengo enseguida!, ordenó a su esposa, recién espabilada de la
anestesia, el nuevo jefe de la familia de José Manuel.
¡A ver si Diógenes me permite llamar a La Argentina desde su
teléfono, por no despertar al encargado de la centralita de La Nava, aunque
vaya si le despierto, si es preciso, que para eso está!”, y es que Los Tempranos no se andaban con rodeos.
¡Venga, borriquín ,corre, que aquí te esperamos!, y Don
Francisco contempló desde la puerta cómo Álvaro se encaramaba al tractor y
descendía raudo y veloz hacia la carretera.
¡Este loco seguro que alcanza a Diógenes antes de La
Revuelta!, y Saturno dejó entrever entre irónico y triste su deseo
de que Álvaro permaneciese fuera de la casa el mayor tiempo posible, pues por
la forma en la que había hablado a los primos de Gaspar, y por el nulo interés
mostrado hacia aquella familia tan cariñosa y servicial con la del
difunto,María, él mismo, Paco o Justo, seguramente que los afectos mutuos
desaparecerían una vez Gaspar y Ermelinda compartiesen su definitiva mansión
en el camposanto de San Miguel.
Pronto la impronta de Los Temprano se haría notar en La
Reguera, en La Cañega, hasta en La Helechosa, tal como en Serandi y todo el
Valle de Fontoria.
Don Francisco, hombre de Dios, pero con los pies en la realidad mundana, muy
unido a las gentes, al terruño, a los problemas de sus feligreses, incluso un
tanto guasón cuando en el café negro se sustituía el azúcar por unas gotas de coñac o
de anís-y en todos los velatorios se le servía a los hombres, y a alguna
atrevida mujer ,principalmente las más ancianas ,vino y licores, aparte café
,dulces y fiambre para todos, como último homenaje al difunto- aprovechó para
decir¨:
¡Borriquinos, ahora qu el lobo se fue y tardará en volver,
acabaré de contaros las aventuras de Gasparín y mías cuando los rojos nos buscaban!
-¿Señor cura, cómo sabe Vd. que este muchacho tan nervioso y
veloz no va a venir antes de una hora?, preguntó Pablo.
“¡Ay, Pablín, más sabe el cura por viejo que por cura!.!A
los feligreses os conozco como si os hubiese parido, aunque sólo os haya
bautizado, y Álvaro, aunque no lo bauticé, fue feligrés mío muchas veces,
cuando me ocupé provisionalmente de Serandi, pero a Luisina la bauticé, le di
la comunión, la uní a ese mastuerzo,Dios me perdone,para lo bueno y para lo
malo, así que como si lo hubiese parido a él
también, já,ja´!.
En otro párroco y en
otra parroquia tal perorata hubiese
sonado irreverente, pero los feligreses de San Miguel estaban acostumbrados a la expresión
dicharachera del anciano sacerdote, e incluso el más orgulloso, como Eutimio de
La Helechosa, ex jefe de contabilidad de las Galerías Rodríguez de La
Habana ,que llevó a juicio al vistor por llamarle burro en una partida de bolos
,aceptaba el ser apodado borriquín en las conversaciones con el clérigo.
¡Mira, me juego mil contra uno a que Álvaro va a pedir a sus
hermanos que vengan por avión mañana mismo, no sólo para el entierro de
Gasparín ,pero también para que Ermelinda pueda conoc er a su nietín antes
de…….., y para arreglar las cosas, que José Manuel al convento, y que Las Regueras de Gaspar sean
Las Regueras de Los Temprano!.
¡Y si Diógenes se pone a tiro, pues tratan también algún
monte ,incluso el bosque de La Cañega de
Gaspar, porque los dos son negociantes de raza, parecen hermanos de cuna, Dios
me lo perdone, já,já!”.
-¡Don Francisco, por favor, cuente lo que quiera, menos que
Ermelinda está muy mal, porque José
Manuel está muy inquieto, sentado junto a su madre, y tengo la sensación
de que con el oído aguzado!, suplicó
María, que andaba de un lado para otro, atendiendo a todos, aunque con especial
dedicación a la enferma y a sus hijos.
¡Tienes razón, Mariína!!Vamos a hablar de rojos y azules,
aunque Gaspar era caqui y yo negro corbacho, como me dice Ramonín el
Cubano cuando compartimos algún copina, já,já!
Y el cura se lanzó al fin a relatar la prometida historia
mientras en el cuarto de la tristeza la servicial María trataba de buscar algo
de consuelo, algo de sentido a la relación entre una madre moribunda, una hija
histérica y preñada, y un infeliz adolescente al que el futuro le seguiría
deparando por mucho tiempo multitud de mandobles.
La madre aún seguía ahogando su dolor y sus dolores en la anestesia inyectada por
Pepe, Luisina volvía a adormecer entre cansada
y drogada, y el pobre José Manuel, con la eterna dualidad suya, quizá ya
poseída cuando era un ser futurible en
el pensamiento de las fuerzas creadoras del universo, y que aún poseería cuando
se adentrase en la tercera dimensión, después de una triste doble vida en esta
segunda dimensión, buscaba el no dormirse para enterarse de lo que se cocía,
aunque muchos le tuviesen por tonto o al menos por abúlico, pero tampoco
deseaba participar en aquel velatorio en donde su padre, como dormido en el
ataúd, parecía presidir con su sonrisa de siempre aquella reunión como si fuese
una de las muchas de la familia o de los vecinos, sabiendo que si le preguntaba
algo no le respondería porque estaba muerto.
Encima, el pobre rapaz hasta se sentía culpable, porque a lo mejor si hubiese calmado a las vacas, su
padre no hubiese blasfemado y Crispín no hubiese cometido el sacrilegio.
Lo de siempre ,víctima y culpable a la vez, o cornudo y
apaleado si se quiere.
Ninguna de esas preocupaciones atribulaban a Álvaro mientras
compartía con Diógenes café y puro para celebrar la venta de la madera del
bosque de La Cañega de Gaspar y el monte
de Sierra Alta de los Temprano, una vez las fructíferas llamadas a La Argentina
, para avisar de los funerales, porque él sabía que en menos de dos semanas
Ermelinda ya estaría en San Miguel con
Gaspar, y para rematar la cuestión de la herencia, metiendo a José Manuel en el
lote, no como heredero sino como cosa heredada y molesta,y a Serandi, para dar
órdenes a Cazurrín , el fiel sirviente
maragato que se ocupaba de la casa y de los animales en ausencia de los dueños.
¡Diógenes,tienes que perdonarme el coste de las llamadas,
que te vendí muy barata la madera!
¡Já,já, eres como tu tío
y tu padre!.!Negociantes maragatos puros, por las buenas o por las
malas, por delante o por detrás!
¡Já,já!, y las risotadas con desparpajo y falta de pudor del
yerno casi fueron oídas donde su suegro yacía difunto y el cura podía al fin
contar su prometida historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario