José Manuel durmió plácidamente, mientras el guirigay en
torno a su difunto padre en el salón de la casa iba en aumento.
José Manuel no fue turbado por un sueño, nunca una pesadilla
,que le hizo ver a su padre aún vivo en el ataúd, sonriendo de forma
distendida, tal cual era en la realidad, oyendo los comentarios halagadores de
todos los presentes, empezando por el Párroco, y sólo mostrándose a disgusto
con los improperios de Álvaro.
El ya oficialmente
huérfano pudo disfrutar por última vez
en su vida, siquiera fuese soñando, de una tranquila velada con sus padres,
similar a otras de dos, tres, cuatro años antes, cuando los aún jóvenes y aparentemente sanos
progenitores se protegían contra la inminente ancianidad, quien sabe si contra
una intuida doble desgracia que, por desgracia, valga la redundancia, ya había
llegado ,disfrutando de la sana vitalidad del benjamín que cumplía una doble
función: sustituir en los afectos tranquilos a los hermanos ausentes, y en la
terrible morbosidad al hermano mayor muerto, y del que él ,José Manuel, llevaba
el triste nombre.
José Manuel tardaría
aún muchos años en saber que “sus problemas” venían de ser UN NIÑO MUERTO
VIVIENTE.
Las conversaciones con sus padres, hasta que su madre fue
diagnosticada con cáncer irreversible, habían sido muy distendidas, porque el
muchacho de suyo tristón, tímido y huraño, apenas sin amigos y sin vida social,
se convertía en un charlatán extrovertido dentro de la intimidad de la casa,
provocando las amplias y simpáticas réplicas de su padre, y la TRISTE SONRISA
de su madre.
¡Tu padre tiene una simpatía arrolladora!, y la exclamación
del Padre Prado, el famoso predicador, le provocó sonrojo delante del pequeño
grupo de compañeros.
Fray Eutimio Prado, profesor de José Manuel en el
Postulantado de San Juan, el Seminario Menor
que los Dominicos tenían en el
Convento de San Juan, cerca de Las Brañas, hombre de vocación tardía y que por
lo tanto ya no era un niño grande como otros sacerdotes casi amamantados entre
el clero ,gustaba de los placeres mundanos: fumar buen tabaco, comer buena
carne, beber buen vino, y si de alguno se privaba era sólo por el amor de Dios
,así que encontró en Gaspar a su alma gemela.
José Manuel había ingresado en el Convento a punto de
cumplir los doce años, tras conversaciones de su padre con Don Francisco y de
éste, el Párroco, con el entonces Prior del Convento, el famosísimo Fray
Alfredo Abad, simpático apellido para un fraile
de una orden religiosa que no tiene abades ,natural de Requejo ,
enfrente de Rotaeras ,amigo del Párroco desde la infancia ,y que justo al
llegar el muchacho al convento, se despidió para empezar un camino veloz hacia
el Generalato de los Dominicos.
¡Ay, este borriquín de Requejo, que se nos va de repente!.!Pero
hablaré con Lulín, quiero decir con Don Manuel, el Párroco de Biforcos ,que es
Terciario Dominico, y que tiene mano en la Orden!.
Don Francisco tenía poder, amistades, buenas relaciones,
pero el futuro de José Manuel era
incierto, quizá terrible, porque así lo habían decidido la combinación de las fuerzas angelicales y las
mayoritariamente diabólicas del momento y el lugar en que fue concebido en
sustitución de su difunto hermano.
Cuando, sin avisar, el Padre Prado se presentó Reguera arriba hasta la puerta del galpón,
trayendo en su Scooter como paquete a
Valentín, el hijo del vistor de zona,
compañero suyo en el convento, se sintió confuso, su intimidad violada ,pero su padre cambió las tornas ,llevando al
fraile hacia interesantes conversaciones sobre la guerra, y notando que el
clérigo pertenecía antes que a la cruz ,a la espada, tenía querencias
militares, supo adular de forma pertinente el egocentrismo racial y religioso
de quien se jactaba de pertenecer a la provincia con más vocaciones religiosas,
masculinas y femeninas, de toda La Piel de Toro, y donde los hombres eran muy
hombres, aunque según las estadísticas eran los penúltimos en talla física,
pero los primeros en Valor y Coraje.
Ermelinda controló sus nervios haciendo lo que mejor sabía
hacer :preparar comida y bebida .Y mientras Gaspar y el Padre Prado departían,
José Manuel y Valentín salieron al
camino para reunirse con Suso y
con Ferino, también postulantes y de su mismo curso ,naturales de La Cebedal,
allende La Helechosa , que se habían enterado de la visita del fraile-José
Manuel era el único que estaba en la inopia-y venían a saludar.
Mientras esperaban la salida de Fray Eutimio, los cuatro
rapaces dieron buena cuenta de una fuente de frixuelos con miel, de una jarra de vino con gaseosa, y de unos
tazones de chocolate con bizcocho made in Ermelinda, que les acercó la madre
del infeliz.
A la hora del café ,con el gusto del chorizo, el queso y el
jamón ,exquisitos, y con los frixuelos con miel ,para relamerse ,el fraile sacó
un pitillo americano y le ofreció a Gaspar.
Gaspar, fumador empedernido, se privó de fumar por respeto
al contertulio , pero una vez éste abrió fuego ,le aceptó , uno por uno cada
diez minutos, hasta tres cigarrillos de”señorita”, acostumbrado como estaba a liar
ceremoniosamente sus cigarrones de picadura. Pero en una reacción rápida, para
no sentirse ni gorrón ni achantado, se disculpó, entró en el cuarto matrimonial y de la cómoda
extrajo la caja de puros ,regalo habitual de sus hermanos de Puerto Rico, y se
la brindó al fraile:!Tenga, para que los fume a nuestra salud!.
¡Es demasiado!.!Pero me llevaré dos!.!Uno para fumarlo
durante el viaje, y el otro para tenerlo en la celda, como recuerdo de esta
gran familia!, lisonjeó el de suyo complicado, más bien imperativo Predicador.
Eso ocurría a primeros de Septiembre, cuando el verano ya se
apaciguaba, justo quince días antes de volver al convento, y José Manuel tuvo
el pálpito, negativo, de que su segundo año en aquella especie de cárcel no iba
a significar progreso hacia un mundo
mejor, porque la visita de Fray Eutimio le sonaba mucho a” los milagros
rurales” del joven Padre Pascua, paisano y quizá pariente del criminal Crispín,
el cual se embalaba Biblia allá en los ejercicios espirituales, empezando por
el Génesis, donde cortar cabezas que resurgían una y mil veces, donde nunca se
sabía lo que iba a suceder, incendios devastadores sin pirómanos ni bomberos,
eran algo revelador de las fuerzas más poderosas del Universo, ora convergiendo
en El Supremo Hacedor, ora anunciando la llegada del Maligno.
La subida camino arriba del Scooter, con el fraile a los
mandos y el alumno de paquete, le retrotrajo a las escenas terribles del Padre
Pascua.
Claro que , en aquel dulce dormir y soñar, con el ataúd de
su padre a cuatro metros ,aparecieron más” las escenas misioneras” del Padre
José, Vice-Prior Eterno y Profesor de
Religión y Moral, que en sus andanzas por América había puesto fin, parcialmente, a la impetuosidad aldeana
de alguien cuyo padre, creyente rocoso, casi había abofeteado a un petimetre
capitalino, doctor en Ciencias Naturales,
cuando el lechuguino refutaba la existencia de Una Creación Divina del Universo
antes del Big-Bang, pero le había puesto en su sitio,
¡Blasfemo, si aún no había luz ni Bimbán, se alumbrarían con
“esquisto”y ya está!,y el cierre categorial de toda discusión, que diría un
diablo de cola no se sabe si roja o azul ,mostró el camino a seguir.
Camino similar al
del yerno del Profeta, que exclamó:!
Cree, o tu cabeza será separada del tronco!, y el pobre prisionero, jefe tribal
sudanés, vaya si creyó ,porque con un alfanje presionándote el gañote, no te
queda otra.
Cuando daba cursillos prematrimoniales, el Padre José
recordaba a su padre o al príncipe del desierto, pero si la ternura lo
invadía, algo contra lo que luchaba pero que era como “su droga”,
entonces se volvía ”misionero americano”.
¡Hay que ser generosos y cariñosos con los niños, pero
conviene educarles la voluntad, así que yo a veces les digo que aún no llegó el
camión de los caramelos!, y a lo mejor el buen hombre estaba preparando varias
bolsas de galletas y de caramelos para guardarlos en la faltriquera y repartir
entre los alumnos de la Catequesis, pues él, aparte de Permanente Vice-prior , bastión del
monasterio, era el Párroco Comarcal.
¡Si el Padre José no lo autoriza, no se puede hacer!, se
disculpaba siempre el Padre Prior Eventual, Fray Jesús Sánchez, y José Manuel no entendía la razón.
El Padre José García Robledo había empezado su vida
misionera en La Amazonía, cuando el otro
Padre José, al que los indios llamaban Apaktone, algo así como ”abuelo sabio”,
ya se estaba labrando un mito y quizá la santidad a base de compaginar fe y
creencias con valentía humana y temeridad, hasta matando anacondas, jacarés o
pumas, es decir, siendo un santo de este mundo.
Con la fuerza “amazónica” que le infundió el ejemplo de
Apaktone, partió el Padre García Robledo hacia
Centroamérica y El Caribe-El Salvador, Costa Rica, Santo Domingo-donde,
de forma natural se fue imbuyendo de SINCRETISMO ,y las ceremonias de los
ñáñigos resucitadores de muertos, la transmisión de la gracia, rozando la
herejía de Donato ,la imposición milagrosa de las manos, etc ,le convirtieron
en un santo para las gentes de ultramar
y en una motivación para que José Manuel creyese, en sueños, que su padre no
estaba muerto sino dormido.
Al menos, dentro de tanta desgracia, el infeliz José Manuel
había encontrado consuelo en las narraciones estrambóticas del misionero
regresado para pasar su última década de vida entre las paredes de tan tétrico
lugar, sombrío, nada que ver con la luminosidad de Las Américas.
¡Gaspar, Gaspar, que te quieres ir para siempre!.!Que te me
han matado!, y Ermelinda, fuera de sí ,sujetada por Luisina, forcejeaba para
acercarse al ataúd y abrazar al difunto.
¡Papá, mamá, no podéis faltarme ahora!, ¡No podéis faltarnos
ahora!.Luisa añadió la segunda frase al ver salir del cuarto a su hermano.
José Manuel despertó
de su dulce sueño al oír las lamentaciones de su madre y de su hermana y entró en el sendero de las pesadillas
eternas.
¡Dios!!Dios!!Me c..en……..!.!Mierda de vida!, y golpeó con
ambas manos, casi hasta fracturarlas ,una mesa lateral ,manifestando su total
desacuerdo con la maldición que llevaba consigo, y a la vez, y ese sentido de
culpa era su debilidad, su enemigo eterno, el arrepentimiento por haber
comenzado a decir, pero consiguiendo frenarse a tiempo, la blasfemia por la que
Crispín había castigado a su padre
,castigo, según Crispín y los suyos, asesinato , según José Manuel y los suyos
.
José Manuel apoyó los codos sobre la mesa, se tapó los ojos, y empezó a llorar
amargamente.
María le acarició maternalmente la espalda, y como si fuese un placebo similar a los
aprendidos por el Padre José con Apaktone, los indios, los santeros ,pero mucho
más humano, más cordial, más tierno, se fue calmando poco a poco.
Siguió largo tiempo sin moverse, sin llorar, con los ojos
tapados, mientras detrás suyo Sonsoles explicaba urbi et orbi por enésima vez
los acuerdos de Álvaro con Don Francisco, con Diógenes, con la familia
de La Argentina.
-¡El funeral será mañana a las siete y media de la
tarde!.!Los Argentinos llegarán al amanecer!.!Y traerán el nietín, para que
puedan verlo los abuelos!.
¡Bueno!! A Gaspar será al revés!, matizó Sonsoles, tan
exquisita siempre.
¡El ataúd irá en el haiga-quería decir el viejo Rambler del
tío de Álvaro-y Don Francisco con
Diógenes!.
¡Ya basta,Sonsoles!, ordenó José Manuel dando media vuelta,
erguido , sin una lágrima, y con los brazos en cruz, no se sabe si dispuestos
para abrazar cariñosamente o para dar el abrazo del oso.
Muchos de los allí presentes se dieron cuenta de que el
joven huérfano acababa de madurar, pero temiéndose que se convirtiese en una
fruta venenosa.
Ya calmadas también madre e hija, Gaspar sí que parecía
estar dormido y soñando plácidamente.
.
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