Diógenes, antes de
entrar en su biplaza manivelo, acompañado de Don José, para trasladarlo
al lugar del” crimen”,obedeciendo las
órdenes en comandita de los curas de almas y de cuerpos, dio a su vez una orden
al pobre Manolín, que en representación de su madre se había quedado en el
velatorio.
-¡Manolín,vete a casa, que mañana a las ocho tienes que
abrir!.!Tú ya has cumplido con creces!.!La vida sigue!.
¡Sí,jefe!.! Ya me voy
a dormir!.!Hasta mañana!.
-“¡Hasta mañana,Manolín!, y Diógenes consiguió al segundo par de manivelazos que
su Fotingo lanzase un ruido
ensordecedor, señal de que el viejo cacharro aún seguía siendo útil.
¡Da gusto con el pobre Manolín!.!Sé que tiene pavor a la
noche y a los muertos ,pero se sacrifica!, comentó Diógenes mientras descendía
desde el galpón hasta la carretera, y Don José, en la fase apática de su
bipolaridad, en cierto modo relajadora de su tensión nerviosa, se limitó a
asentir con unos pocos movimientos de cabeza.
¡Mire,Don José!.!Manolín bajó antes que nadie a dar aviso al
párroco, que necesita siempre media hora, el pobre, los años y los kilos no
perdonan, para vestirse!.!Pero no iba a subirlo en el sillín,já.já!.!Así que
esperó a que yo llegase y recogiese a
Don Francisco!.!Y el, detrás de nosotros,dando pedal, casi nos adelanta!!Y
luego de cenar, su madre lo envía a cumplir con los deudos del pobre Gaspar!!Y
estoy seguro de que mañana llegará a tiempo para abrir!!.Es una verdadera
joya!.!Si yo pudiese tener por cierto
que un hijo mío sería como Manolín, no me hubiese quedado soltero!”, completó
su exordio el industrial maderista.
¡Diógenes!.!A muchos
tendrían que habernos tirado al río al poco de nacer!, zanjó Don José de
forma abrupta el panegírico de Manolín y
las dudas de celibato del conductor del
biplaza manivelo
.
-¡Perdón,Don José, por mi charlatanería!.!Creo que la
impresión por la muerte de Gaspar me hizo faltarle al respeto a
usted!.!Perdone, no volverá a suceder!, y las palabras del maderista sonaron a
un doblar la testuz, a una sumisión ante el poder científico y administrativo
del galeno.
¡Tranquilo, Diógenes!.!Y mentalicémonos para lo que nos
espera!.!De momento dar instrucciones al yerno del difunto y cerrar, al menos
por mi parte, este triste capítulo!.!Aunque queda la viuda, la pobre…….!.Y Don José mostró su indulgencia a Diógenes con
un tono similar al del maderista, que ya aparcaba el coche en posición de
alumbrar al grupo en la escena del crimen.
Don Francisco administró Los Santos Óleos a la enferma, la
consoló prometiéndole la celebración de
la palabra, aparte los responsos de rigor previos a la salida hacia el
cementerio, una especie de misa menor en la que se podía comulgar ,y en la que
ella, su hija, quizá María y otras mujeres podrían acercarse más al Señor y
pedir por Gaspar y por todos .
Pepe, una vez el cura hubo impartido absolución y bendición a la doliente, sacó de
su maletín el material necesario para inyectar a Ermelinda la primera dosis de
las diez que Don José había ordenado, y
no abandonó la estancia hasta que a los pocos minutos la pobre infeliz
empezó a dormir plácidamente, con una
placidez por años en ella desconocía, quizá la placidez que anuncia la muerte
.
-¡Hasta pronto ,Don Francisco!.Seguro que aquí o en otro
lado en breve nos veremos.!Y el enfermero se dirigió hacia su moto.
¡Seguro, Pepín!. ¡El borriquín del Señor lo quiere así!.
-¡Dejo todo en sus manos ,Señor Cura!
¡Sí, borriquín!.Y gracias por la primera inyección. ¡Ya
arreglaremos lo de las restantes, que este cura viejo y borriquín tiene buena
memoria aún!.
-¡Já,já!, el rápido motorista pinchaculos devolvió con una carcajada el intercambio
irónico con el preste sobre el control de los medicamentos, antes de descender
a ritmo endiablado la cuesta del galpón.
Don Francisco, con gran sabiduría, para homenaje de Gaspar,
y para que aquellas personas aprendiesen una lección siempre repetida y nunca
asimilada ,que la muerte no era sino el tránsito entre dos dimensiones, la
primera y la tercera, aunque el Vaticano lo llamase de otro modo, y que la
vida, es decir, la segunda dimensión, no era más que un sueño, una fantasía,
una ilusión, para muchos una pesadilla eterna ,algo visto y no visto, algo que
puede ser mejorado si fue bueno, y sustituido por algo maravilloso si resultó
malo ,aprovechó la presencia de Pablo y
Leonardo ,los dos primos carnales de Gaspar, para rendir homenaje al difunto,
hablando junto al ataúd como si el compañero de”escondite para no ser ejecutado
por los rojos” del párroco no estuviese muerto, sino con su inseparable pitillo
de picadura en una mano y su tazón de café negro en la otra, hablando sin parar
de caballos, cureñas, cañones, juegos de bolos, romances, etc, en su simpática y afable charla fabuladora e
imaginativa.
Pablo y Leonardo, que acababan de venir de sus casas al otro
lado del Tendina, alarmados por las luces y las voces en El Castañal, que
contemplaron desde sus caseríos, y asociándolo a la agresión perpetrada por
Crispín horas antes ,y temiéndose lo peor, pues conocían el orgullo de su primo
,cabalgaron veloces por el camino más cómodo y largo para que su presencia fuese inmediata.
Ambos hermanos compartían ,al igual que el difunto, la
afición por los caballos, seguramente heredada del Tío Molinón, que allá en Merlo, en Las Pampas rioplatenses
,gracias a sus probadas virtudes gauchescas había llegado a rico estanciero, y
desde donde los protegía a todos, y que no teniendo hijos propios, había
prohijado a los dos mayores de su
sobrino Gaspar.
Pablo vivía en la casa familiar, en Rotaeras, y Leonardo,
cuya mujer era troncaría, en el predio de ésta, en San Ramón .A Pablo le
resultó más fácil galopar hasta donde su hermano y pedirle que le acompañase,
antes que bajar por los intrincados senderos del Fontarico, que resultaban más
largos que cualquier ruta de explorador,
aunque desde Casa Molinón toda La Reguera pareciese como la quinta de al lado.
-¿Así que vinisteis a caballo, eh, borriquinos?
¡Sí, Don Francisco!.!Es lo más rápido!,
-¡Já,já,Pablo, borriquín, es la sangre de Los Molinos, y ahí
está vuestro tío el gaucho, amigo y algo pariente, que yo también tengo algo de
vosotros, y de buen jinete, pero los años son los años!
¡No se queje,Señor Cura, que nos va a enterrar a todos!, dijo Leonardo inconscientemente, aunque pronto
reaccionó.!Bueno, perdóneme, que eso no
debería decirlo yo ahora!, y le cayeron unas lágrimas al mirar de soslayo el
ataúd.
Y es que Álvaro había pedido a Alfonsín, juez, ferretero y
también, desde hacía poco ,agente funerario, que le mandase el arcón por
Cubanín, y que luego ya concertarían el resto del funeral, a partir de las
indicaciones de Don Francisco. Pero el ataúd llegó antes que Cubanín, porque el juez despertó a su ayudante Pachuco, que con el Jeep comprado a los gringos se acercó enseguida.
-¡Ay, Gasparín!, ¿te acuerdas de cuando pasamos cuarenta y
ocho horas sin salir del escondite que nos preparó tu abuelo,Amancio el Rubio,
uno de los mejores albañiles del
universo?, y la in terpelación del párroco al difunto atrajo a todos aún más
cerca
.
¡Algo recuerdo, pero como estábamos yendo al frente y
volviendo cada poco, quizá fue más lo que oí en casa que lo que viví!, comentó
Pablo. Obviamente, Gaspar no podía hacerlo.
¡Así es!, apostilló Leonardo.
-¡Bueno, os lo voy a contar con
pelos y señales,pero………..cuando resuelva lo que se me viene encima!, y Don
Francisco miró , al igual que los otros contertulios, cómo el yerno de Gaspar
irrumpía en la estancia con más decisión que los jinetes de Pizarro en la argentífera ciudad de Cuzco.
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