FERMÍN CASO, al que conocí como FIRMO EL RETORNADO, llegó a
MÉXICO dejando atrás un clima
prebélico, al igual que muchos otros de
ESTA PARTE DEL CHARCO.
Pero las intenciones
de los emigrantes no eran las mismas para todos: unos temían represalias
por sus ideas, otros querían simplemente comer a diario, y FIRMO quería hacerse
millonario.
“Millonario y sin tener envidia de XUACU EL TRUNCARIU, así llamaba él a su
hermano mayor, que por la ley del embudo
recibió de mi padre casi todo lo que teníamos”, razonaba el interlocutor de mi
padre.
XUACU le ofreció a FIRMO,
a cambio de renunciar a las dos parcelas y al hórreo que le
correspondían, para que la heredad quedase intacta ,ochenta mil reales de entonces, una pequeña fortuna con la que
abrirse camino en LAS AMÉRICAS.
Un amigo suyo emigrado, y que le calentaba la cabeza, le dio
la gran oportunidad: hacerse con la cuarta parte de un negocio en EL DISTRITO
FEDERAL que iba viento en popa.
A los cinco minutos de llegar, FIRMO hubiese dado la vuelta,
pero el orgullo, el amor propio, lo retuvieron por treinta años.
-
“¡Já, já, ahora me río, pero entonces, con mis
ochenta mil reales en los bolsillos de aquellos golfos, y sin nada en EL
PUEBLUCU, más de una vez lloré a
escondidas!”
SU AMIGO, y amigos así son los peores enemigos,
compartía con otros tres paisanos un
humilde hostal, pomposamente llamado PEÑA TÚ, en cuyo restaurante habían
erigido una mezcla de CHIGRE, BODEGA, PANADERÍA, CARNICERÍA,etc, etc,
enfocado a la inmensa colonia de oriundos
de LAS PROVINCIAS DE LOS PICOS DE EUROPA.
Los socios estaban solteros, y dormían en camastros en la
trastienda.
El HAIGA era viejo y
compartido. Y había estado por LOS PICOS DE EUROPA al menos en cuatro ocasiones, con cuatro conductores
diferentes: LOS CUATRO SOCIOS.
-“¡Cuánta farsa, já, já.!”, y FIRMO volvía a repetir que reía por no llorar.
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